josé cercas
Martes, 24 de enero 2023, 09:28
La vida es la consecuencia del tiempo que arañas al verbo amar,
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el sudor patrio, el barro que abatimos a cada paso o los años que recuerdan amores pretéritos.
La vida tiene colores semejantes, es la conjunción evolutiva del agua y el alimento. Lleva su nombre, el hacha que despierta de la ira,
la evolución que barre al tirano de esta canción, la sangre coagulada, el fuego sobre el crepúsculo.
La vida es apenas un momento capaz de doblegar voluntades y batallas, una palpitación y nacer, nuevamente, en un verso lejano y agrio.
No se detiene a mirarte, no te mira desde el agua que fluye en la noche, tampoco se detiene a escribir tu nombre sobre la piedra.
La vida canta, llora y muere a diario. Ella sabe morir, cada día, en tus brazos de espuma, como si cada cosa que te cuento tuviera su minuto en la gloria, como si cada cosa no residiera escrita en tu epitafio.
En la vida distingo todos los dioses; los imagino fieles a la memoria que heredamos y a vosotros, amigos, camaradas, fieles a la cadencia que asumimos. Os distingo siempre en las sombras cuando descubro que la semilla fue fiel a vuestro acento.
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La vida llenará tu lugar para, más tarde, bajo cualquier olivo, la muerte se lleve tus útiles y tus risas, para que amamanten, en silencio, las flores venideras del tiempo.
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