LAURA CASADO PORRAS
Reflexiones desde la ventana

Noé, o De la vida digna de los animales

«No se me ocurre un acto más puro de amor que proteger a aquellos que no tienen voz y luchar por ellos»

Laura casado porras

Martes, 24 de noviembre 2020, 06:10

¿Qué hay más complicado que intentar derribar a nuestras propias creencias que se han ido formando según nuestra forma de mirar y estar en el mundo? ¿Qué hay más valiente que enfrentarse a las tradiciones y, al menos, cuestionarlas? Esta sencilla labor requiere un esfuerzo complejo, una inusitada proeza, pero los frutos de tan heroica hazaña son dulces. Nada comparable a la fermentación de nuestra propia ambrosia. Somos los únicos dueños de nuestra libertad, de nuestras luces y de las sombras que progresan al ritmo de nuestra ignorancia. Que no es poca. El sabernos dueños de ésta, nos humaniza y nos redime.

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Hacer oídos sordos ante cualquier problema es la única manera de no obtener ninguna solución y de consentir que el mal triunfe sobre el bien; llevamos siglos acostumbrándonos y permitiendo que suceda. Pero, para algo nos fue otorgada nuestra conciencia y nuestro lenguaje, únicos requisitos imprescindibles para construir sociedades civilizadas. De todas las causas atroces por las que se necesita romper el silencio (desgraciadamente, ¡son tantas!), y luchar con firmeza hasta conseguir la victoria, la situación actual de los animales merece que sea defendida por aquellos que tenemos logos y el sentido del deber ser arraigado en nuestras entrañas. Se necesita una legislación fuerte, una modificación sustancial ética y jurídica, que consiga la protección de todos los animales a nivel mundial, hay que frenar las desbastadoras producciones de las industrias cárnicas (con un elevado nivel de gases de efecto invernadero), el maltrato animal; la indigna vida a la que hemos condenado a los animales. Son innumerables las hostilidades que nuestro sistema económico permite solo porque nos hemos creídos superiores a la naturaleza y con total impunidad para someterla. Verum non est simplex.

La industria de la alimentación mueve el mundo, quien domina esta industria es dueño y señor de la economía, en la cual la ética no tiene lugar. Los emperadores, en nuestro siglo, siguen siendo los mismos siervos de la codicia que antaño, nada nuevo bajo el sol. Nada se está haciendo correctamente, lo sabemos y lo estamos permitiendo. Somos culpables. Nos hemos acostumbrado a derribar a la compasión, a pisotearla. El incremento excesivo de la población mundial ha provocado que las granjas de antaño en donde se criaban animales que crecían en bienestar se hallen transformadas en granjas de fábricas que explotan el ecosistema animal, ocasionando el ilimitado sufrimiento del reino animal.

Una botella de leche, en apariencia inofensiva, es la dimensión superficial de la camuflada situación por la que están atravesando millones de animales en la actualidad, una producción trágica, silenciada, que nada tiene que ver con la imagen idílica que hemos construidos sobre el bienestar animal. La calidad del producto de hoy viene determinada por la cantidad de stress al que el animal está sometido. Cuando hablamos de alimentarnos para tener salud, nos olvidamos de que nos alimentamos de animales traumatizados, atiborrados de antibióticos, sin mayor esperanza que una temprana muerte.

La producción de huevos, por ejemplo, unos de los alimentos más demandados, obliga a que millones de gallinas nazcan y mueran encerradas en jaulas, sin conocer la luz del sol, sin saber que es la ternura ni el amor de las personas, condenadas a producir y a morir extenuadas, libres de compasión. La obtención del paté tiene más de proceso inquisitorial que de exquisitez. Millones de pavos nacidos en cautiverios son creados para celebrar un día de acción de gracias…menuda paradoja. Laboratorios de animales, animales privados de libertad, caza furtiva de la fauna salvaje en peligros de extinción, tráfico de carne animal, etc. Solo el enumerar la situación actual de los animales da vértigo.

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Mientras escribo estas líneas, Aurora, mi gata, no se mueve de mi vera deseando que derrame una caricia sobre su níveo lomo, cuando lo hago no sé quién de las dos es más feliz. El poder terapéutico de los animales es una realidad. Ellos nos sanan. Es la mejor medicina. Son nuestros mejores guardianes. Cualquier persona que haya tenido animales sabrá de la alta sensibilidad que poseen, del inconmensurable amor que nos entregan. Mi conciencia no puede dejar de transportarse hacia todos aquellos lugares en los que los animales no tienen más razón de ser que vivir encadenados, lejos de una ley justa que pueda asistirlos. Ellos no tienen palabra, nosotros, en cambio, sí. Pero, hemos decidido traicionarlos, acabar con los recursos de la naturaleza, vivir como si el problema no fuera con nosotros. Cuenta la leyenda que del Gran Diluvio solo fueron salvados Noé, su familia y los animales. Las demás estirpes fueron condenadas a morir por el agravio de sus pecados. Noé amaba a los animales, amaba la vida.

Nos olvidamos que somos responsables de los productos con lo que llenamos la cesta de la compra, y se nos olvida, muchas veces, investigar cuál es su procedencia. La dejadez de este sencillo gesto nos convierte en responsables del maltrato animal. Nosotros hemos crecido con la convicción de que sin la ingesta de animales nuestro organismo tendría carencias, es absolutamente falso. Todo lo contrario. Comer cadáveres nos enferma. El tipo de alimentación del siglo XXI ocasiona patologías severas. En el fondo, el cuerpo y la mente necesitan poco más que frutas, verduras, frutos secos, legumbres, cereales, quesos artesanos, huevos de campos, etc., para recargar energía saludable. Libros como Eating aniamls, Animals in the Antropocene, The case for animal rights, son necesarios para concienciar a la humanidad del maltrato animal que estamos permitiendo. Alimentarse de una forma sana es más sencillo de lo que parece, solo es cuestión de cambiar gradualmente nuestros hábitos, y de preocuparnos por el bienestar animal.

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Mary Wollstonecraft, Leonardo Da Vinci, Louisa May Alcott, Thomas Edison, Porfirio, Caroline Earl White, Pitágoras, Nikola Tesla, Albert Einstein, entre otrxs muchos, fueron personas que decidieron que comer carne era una acto barbárico, no esencial. Greenpeace hace unos meses nos obsequió con recetas veganas para transformar nuestros hábitos y revertir la situación de los animales. En la actualidad acceder a recetarios veganos está al alcance de cualquier persona, internet está lleno de ideas saludables para transformar nuestra forma de alimentarnos. Es un paso sencillo, beneficioso y, lo más importante, un gesto lleno de amor y compasión que logrará transformar a la sociedad entera. Debemos aprender a mirar la realidad para interpretarla correctamente, adentrándonos en la profundidad de la superficie para desalojar cualquier hábito o creencia erróneo. Dante nos decía en el canto XXXIII del Paraíso: L'amor che move il sole e l'altre stelle. No se me ocurre un acto más puro de amor que proteger a aquellos que no tienen voz y luchar por ellos, porque solo la acción conduce a nuestros desafíos hacia buen puerto. Y porque Ex nihilo nihil fit.

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