

JOSÉ CERCAS
Viernes, 17 de abril 2020, 03:08
Todas las personas que me conocen saben que mi vida es un viaje constante. Voy de acá para allá buscando, tal vez, un destino diferente. En estos días, como todos, me he tenido que encerrar en mi casa; mi hijo veinte días sin verlo estando apenas a un cuarto de hora de donde yo resisto.
El horizonte es otra habitación enfrente o la ventana triste, histórica, legendaria que me deja ver la luz de la calle vacía.
Escribo y escribo como si en ello me fuera la vida, tal vez, sí; tal vez me vaya la vida en ello; escribir me une a la calle, a la palabra, a todo lo que significa estar vivo y estar encerrado, entre estas paredes, es un acto de defensa, el escudo que el tiempo me impone para volverte a ver.
DESDE LA VENTANA
Desde esta ventana la calle me mira
con su terrenal cautela,
con esa luz que el poniente dibuja,
en el preciso y lánguido canto de los pájaros,
en los azules ojos del cielo,
y en el paisaje que detecta
la frente oculta de la primavera.
Es allí donde el sol, patrón del cosmos,
baila su simetría crepuscular.
Así la voz que madura en el aire,
grita en la tarde con su tosco verbo
que la quiero,
que la necesito,
y que es esto lo que importa
como forma exacta del lenguaje.
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