Verde, blanco y negro
«Desde las instituciones, entre ellas las educativas, tenemos la gran responsabilidad de impulsar 'lo nuestro'»
Beatriz Cabrera portillo
Jueves, 20 de agosto 2020, 08:49
Son más que una guía Pantone; son naturaleza, agua y cielo. Los cuatro elementos condensados en una bandera.
Hace tiempo, y más desde que una descubre la inmensidad del Universo, que no pertenezco a ninguna parte; de hecho, no sé si autodefinirme como nómada, pero lo que está claro es que sí correspondo a la tierra 'en el otro extremo del Duero'.
Después de una maratoniana a la par que hedónica sesión de grabación de un spot sobre Extremadura de la mano del gran fotógrafo Rubén Cebrián (otro extremeño de pro) y como ya apuntaban aquellos alquimistas del rock andaluz de los 70, la mítica banda Triana, «sé de un lugar» donde pasear por sus calles y remontarme al medievo, «sé de un lugar» con una entrada triunfal vigilada por una dorada alcazaba en mitad de la A58, «sé de un lugar» de aguas gélidas y cristalinas, «sé de un lugar» donde practicar stand-up-paddle en mitad de un pantano, kayak alrededor de un meandro o contemplar la danza cósmica entre estrellas y planetas de un limpio a la vez que luminoso cielo mientras de forma paralela y casi sincronizada escuchas el crocoteo de cigüeñas o el croar de ranas de fondo que viene a recordarnos que la época estival da sus primeros pasos. Una verdadera catarsis de emociones y una auténtica terapia GIM.
Aunque geográficamente aislados del resto de países que integran el viejo continente, hemos tallado nuestra propia idiosincrasia perfilada esta por un extenso y colorido abanico lingüístico compuesto por A Fala, portugués oliventino o estremeñu que no son otra cosa que una seña de identidad. ¿Quién no reconoce y se recrea empleando esas aspiraciones de las -s finales, el uso del artículo delante del posesivo, del sufijo diminutivo -ino, el 'acho' o el 'mi niña'? Es momento de dejar a un lado la otredad, de abandonar el auto-odio y ser conscientes de una vez por todas de que disponemos de una potente infraestructura patrimonial, cultural y ecológica. Y, aunque pueda llevarte a engaño, es cierto que todavía nos sentamos en el umbral de la puerta con nuestros vecinos, pero aún así, no te confundas, la Extremadura de hoy no es la del documental mudo en blanco y negro de Buñuel de entonces.
Es por ello que se requiere de un denodado esfuerzo por combatir esa actitud pancista ante la latente recurrencia de muchos al uso de estereotipos con olor ya a naftalina. Desde las instituciones, entre ellas las educativas, tenemos la gran responsabilidad de impulsar 'lo nuestro', razón por la que, por ejemplo, en el AEPA Francisca Pizarro Yupanqui estamos creando un libro casi miniado (sin ser manuscrito), en realidad un cómic sobre la ciudad de Trujillo donde nuestros personajes son dos entrañables bellotas que responden a los nombres de Bellotín y Mangurrina, viajeros estos que nos van a enseñar la riqueza de la villa de antiguos conquistadores.
Y es precisamente la conjunción de 'Extremadura' y 'educación' la que ha confrontado a la comunidad educativa estos días con motivo de la concesión de la medalla de Extremadura a los docentes. Casi como si se tratase de una antítesis, hay quienes consideran esta gracia a modo de una cortina de humo e incluso un gesto de oportunismo entregarla en este preciso momento de excepcionalidad cuando queda tanto por resolver; por otro lado, hay quienes creen que se trata de una recompensa por la inminente adaptación del profesorado a distintas modalidades de enseñanza en cuestión de días durante la pandemia. Sea como fuere, lo que es indiscutible es que ambos términos no deben estar confrontados nunca si lo que pretendemos es arrancar las alas del deseo por el progreso a través del arma más poderosa del que disponemos para ser libres: la educación.
Y, ante tanto desconcierto, no, no te confundas porque a pesar de llevar sandalias con calcetines, que mi piel sea tirando al color de la nácar o a veces articule sonidos que resuenan en los confines de la pérfida de Albión, soy EXTREMEÑA.
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