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Francisco Mateos.
Reflexiones desde la ventana

Ucrania: pasado, presente y futuro de un conflicto peligroso

«Esperemos que quede alguien para contar como acaba todo esto»

Francisco mateos

Sábado, 12 de marzo 2022, 07:42

Un poco de historia

Para poner en contexto la brutal agresión que está sufriendo Ucrania por parte de las tropas rusas, los periodistas suelen remontarse al 2014, año en el que Rusia invadió la península de Crimea. Aunque el origen del conflicto viene de algún tiempo atrás.

El pueblo ucraniano lleva casi 30 años, intentando alejarse de la influencia del autoritario régimen ruso para acercarse a la Unión Europea, que, con todos sus inconvenientes y dificultades es el espacio de democracia y convivencia más próspero e igualitario que existe en el mundo.

Sin embargo, para Rusia, Ucrania nunca ha sido más que una simple provincia y no está dispuesta a consentir que actúe por su cuenta. Y mucho menos que sirva de ejemplo para que el pueblo ruso pueda aspirar a algo más que a estar gobernado por una corrupta élite de mafiosos oligarcas, cuyos lujos y riqueza empequeñecen a las de la corte del Zar Nicolás II, contra la que los bolcheviques rusos se levantaron en octubre de 1917.

Para encontrar el verdadero origen del conflicto debemos remontarnos a 2012, cuando el entonces presidente ucraniano Victor Yanukóvik, exconvicto condenado por agresiones y por robo a mano armada, incumplió su promesa de solicitar formalmente un acuerdo de asociación con la UE. La mayoría del pueblo ucraniano apoyaba el acercamiento a Europa, así es que el asunto acabó con importantes movilizaciones ciudadanas y con su huida del país, tras ordenar -sin éxito- al ejército que disparase contra los manifestantes.

Luego se supo que a cambio de alejarse de la UE, Rusia había prometido una importante cantidad de dinero en ayudas. Ahora Yanukóvik vive cómodamente en Rusia.

En cuanto al actual presidente, Volomídir Zelensky, famoso cómico y actor, -una especie de Buenafuente ucraniano- se ha convertido en héroe por méritos propios. Si hacemos un poco de memoria recordaremos que en 2019, Zelensky se hizo famoso por una conversación telefónica con Donald Trump, que casi le cuesta al entonces presidente norteamericano su puesto.

En aquellos momentos, un hijo de Joe Biden tenía intereses económicos en una empresa ucraniana de gas. Trump, tras felicitar a Zelensky por su triunfo electoral, le pidió ayuda para recabar información que pudiera perjudicar a su contrincante en las entonces cercanas elecciones norteamericanas y de paso, intentar vincular a Ucrania con un presunto apoyo a Hillary Clinton a elecciones de 2016, para ocultar el apoyo ruso a su propia candidatura.

La difusión de la conversación le costó en 2019 a Trump la apertura de su primer proceso de destitución (impeachment) por abuso de poder y por participar en negociaciones ilegales. El segundo fue en 2021 por alentar el asalto al Congreso norteamericano. El único presidente que ha tenido impeachment (de momento).

De aquella conversación, Zelensky no salió muy bien parado. Así es que, tras declinar las ofertas de EEUU para ser evacuado, hay que reconocer que su actitud servil ante las peticiones de Trump contrasta con el indudable valor que en estos momentos tan difíciles para su país, está demostrando.

La situación actual

Para poder valorar adecuadamente la situación actual es importante recordar que, en 1994, tras el hundimiento de la URSS, Ucrania cedió todo su arsenal nuclear -más de 5000 bombas nucleares, además de misiles balísticos y bombarderos estratégicos- a la Federación Rusa, a cambio de que estos garantizasen su integridad territorial y sus fronteras.

Desde 1941, tras el inicio de la Operación Barbarroja, con la que Alemania inició la invasión de Rusia rompiendo el pacto de no agresión Ribbentrop-Molotov, los historiadores no han conocido un caso más flagrante, traicionero y descarado de violación de los tratados internacionales.

Tras muchos avisos por parte de la inteligencia norteamericana y ante la incredulidad de los chinos, que nunca pensaron que Putin diera ese paso, la invasión finalmente se produjo. Y con ella, la amenaza del uso de armas nucleares a los países occidentales si alguno se entrometía en los asuntos de los rusos. De un día para otro y en palabras de Lluis Bassets: «la guerra nuclear pasó de ser el último recurso de la tradición civilizada a la que Rusia decía pertenecer, a amenaza de primer recurso en las relaciones internacionales».

La guerra preventiva, un invento de Adolf Hitler, posteriormente usado por George Bush en Irak, ha sido el argumento de Putin para iniciar la invasión. Tendrá que mentir mucho tanto a su pueblo como al resto del mundo para sostener el engaño de ese argumento, podrá tergiversar mucho las noticias, pero nunca podrá decir que Ucrania invadió Rusia.

El futuro del conflcto

Conocidos los antecedentes, tras años de injerencia en los asuntos ucranianos y tras la invasión de Crimea, la invasión rusa no debería habernos sorprendido. Y lo que viene a continuación, tampoco. Tanto en las dos guerras de Chechenia, como en su intervención en Georgia y en Siria, los rusos han sitiado y bombardeado sin piedad ciudades como Grozni o Alepo, atacando indiscriminadamente a la población civil para conseguir objetivos militares.

Afortunadamente para nosotros, por muy potente que sea un ejercito, sin dinero no puede sostenerse una larga campaña bélica. Precisamente la asfixia económica es lo que precipitó la caída de la URSS. Y no hay que olvidar en el PIB conjunto de EEUU, el Reino Unido y a UE superan a los Rusia en una proporción de 25 a 1. Los norteamericanos siempre dicen que Rusia económicamente solo es una gasolinera con misiles, es decir, una economía débil que solo exporta petróleo y gas y que para ello necesita importar todo tipo de bienes de equipo.

Así es que, si la estrategia occidental es la de intentar doblegar económicamente a Rusia para que desista de sus intenciones expansionistas e imperialistas, la táctica de las sanciones económicas y el aislacionismo internacional puede tener efecto.

Aunque, de acuerdo con el economista Thomas Piquetty, las sanciones no deberían limitarse a las decenas de oligarcas rusos actualmente en el ojo del huracán y deberían extenderse a todos aquellos ciudadanos rusos con bienes en Occidente por encima de los 10 millones de euros. El problema es que estas sanciones necesitarían la puesta en marcha de una batería de medidas financieras y legales que quizás los millonarios occidentales no verían con buenos ojos.

Lamentablemente, la estrategia de la asfixia económica es lenta y mientras tanto el pueblo ucraniano va a seguir sufriendo, pero a estas alturas eso ya es inevitable y es una situación que sólo tiene un culpable: el agresor. La amenaza del uso de armas nucleares por parte de Putin limita mucho las posibilidades de intervención de la OTAN.

Putin ya nos ha amenazado veladamente con sus armas nucleares y ésta es una situación que ni Sun Tzu, ni Julio César, ni Clausewitz -tres de los más prestigiosos estrategas bélicos- pudieron contemplar. La posibilidad de un conflicto bélico que no pueda ser ganado por ninguna de las dos partes y que además suponga la destrucción de ambos contendientes, no tiene precedentes en la Historia, por lo que teorizar sobre ese asunto es muy complicado.

En cualquier caso, no debemos confiar en que el régimen cleptocrático que los oligarcas rusos han levantado en su país tenga ni la capacidad de recabar entre sus dirigentes el suficiente sentido común como para evitar la guerra nuclear, ni la posibilidad de contar con asesores que les adviertan de las consecuencias. A los poderosos oligarcas rusos no les gusta escuchar otra cosa que no sean sus propias opiniones. Y sus asesores, por la cuenta que les trae, son bien conscientes de ello.

Parece que el pueblo ruso no sabe muy bien lo que está pasando en Ucrania. Entre otras fuertes medidas represivas para ocultar la verdad, hasta el momento el gobierno ruso no está entregando los cadáveres de los soldados caídos en combate en Ucrania a sus familias.

Así las cosas, 80 años después de la invención de las armas nucleares y tras múltiples intentos de políticos y científicos por prohibir su fabricación, almacenamiento y uso, la civilización occidental y la propia supervivencia de la humanidad, están en manos Vladimir Putin.

Aunque EEUU y la OTAN no deben aflojar la presión militar y aunque tengamos que seguir ayudando militar y humanitariamente a los ucranianos todo lo posible, no debemos albergar la esperanza de que ni los misiles norteamericanos ni los aviones y tanques de la OTAN logren resolver la situación. Como mucho podrán contenerla o ayudar a gestionarla, pero no solucionarán la crisis.

Aunque sea una posibilidad remota y un tanto ingenua, es probable que únicamente el propio pueblo ruso, fustigado por las sanciones económicas occidentales y levantándose contra sus dirigentes para exigir una verdadera democracia liberal al estilo occidental, puede revertir esa situación. No sería la primera vez que lo hacen. Aunque esperemos que si logran hacerlo nuevamente, no vuelvan a ser engañados.

Y claro, todo esto con el permiso de China que está en posición de ejercer un papel de arbitraje que puede ser decisivo en esta situación. Por un lado no quiere -ni puede- cortar sus relaciones económicas con occidente. Por otro, no puede -ni quiere- esconder sus simpatías hacia un régimen autocrático que le inspira más respeto que las 'corruptas' democracias occidentales.

Esperemos que quede alguien para contar como acaba todo esto.

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