'La tormenta perfecta'
«En la película, Billy Thyne no consiguió salvar a sus tripulantes, pero nosotros aun podríamos estar a tiempo»
lUIS BRAVO
Miércoles, 27 de mayo 2020, 09:30
Supongo que ni los más optimistas podían pensar, aquel sábado santo de 1977, que un gobierno social-comunista dirigirían los destinos de este barco llamado España, al menos en un relativo corto plazo.
Si algo ha sabido este país a lo largo de su historia democrática, ha sido navegar en aguas profundas y alejadas de aquellos extremos que pusieran en peligro su flotabilidad. Nunca el capitán puso en peligro la nave, mucho menos a su pasaje. A lo largo de este viaje de poco más de cuatro décadas, el itinerario ha sido variado. Hemos navegado con oleaje, mar de viento e incluso con un intenso mar de fondo, pero al final, no sin dificultades, la tripulación siempre consiguió enderezar la embarcación y arribar a buen puerto cada cierto tiempo.
Una vez en tierra, llegaba el momento de avituallarse, coger fuerzas y cambiar a desgastados marineros por una nueva e ilusionante tripulación, que decidía quien de ellos sería su nuevo capitán. Tras el cambio necesario, siempre volvimos a la mar, continuando nuestro rumbo guiado por las 'estrellas'.
Llevamos apenas cuatro meses de una nueva travesía y nos ha sorprendido lo que los marinos llaman la 'tormenta perfecta', y ahora es cuando la tripulación y el pasaje deberían estar más unidos que nunca. Viene al caso recordar aquella película, cuyo protagonista era un barco pesquero llamado 'Andrea Gail', donde sus tripulantes con personalidades absolutamente contrapuestas, mostraron su compañerismo hasta el último momento, para enfrentarse a numerosas dificultades. Su capitán Billy Thyne, bajo un liderazgo indiscutible, fue capaz de aglutinar el variopinto carácter de sus tripulantes, ganándose de esta manera el respeto de toda su tripulación.
Nuestro Andrea Gail' particular atraviesa una etapa turbulenta, en la que cualquier fórmula parece condenada a la inestabilidad. Nuestro Billy Thyne no parece vislumbrar ningún tipo de acuerdo o pacto por el bien común, por lo que mantener el timón supondrá una costosísima cuota, y en el horizonte, oscuros nubarrones que nos revela una carencia absoluta de voluntad de entendimiento. En este momento, el capitán pretende enderezar un barco a la deriva, con una tripulación desmembrada, donde la desconfianza parece apoderarse del escenario y donde el jefe de máquinas se revela ante las decisiones del oficial del puente de mando. Sin duda, esta situación exige decisiones del capitán vitales para la navegabilidad, pero al parecer sus grumetes, tienen mucho que decir negociando escalas no previstas y amarres imposibles y sectarios.
Mientras en el puente de mando se solapan las decisiones con mentiras, intereses y egoísmo personal, en la bodega los pasajeros pasamos por dificultades de todo signo, incrementándose las desigualdades y poniendo en serio peligro una recuperación tan necesaria como vital, pero tampoco un motín será la solución. Deberíamos recordar que nuestra historia ha demostrado que nunca supimos luchar contra los elementos.
Con la línea de flotación tocada, los experimentos no son compatibles. Se impone salvar la embarcación y con ello a su pasaje. Solo decisiones sensatas, bajo un liderazgo sin fisuras, mantendrá el barco en una posición adecuada para enfrentarse a las circunstancias. Bien sabe el auténtico Thyne, que cuando se está inmerso en una tormenta perfecta, solo queda enfrentarse a ella con decisión, verdad y conocimiento. El capitán no está para decidir quien se salva y quien no, ni tampoco poner en peligro a todos los pasajeros por un comportamiento inmoral y atávico, sino para asumir la responsabilidad del bien común y la lealtad de quienes se la otorgaron en tierra firme. ¿Cuanto podremos resistir a la deriva y al empuje del oleaje, mientras el desconcierto hace que revivamos esos dos bandos tan trasnochados y casi simétricos?
Esto debería obligarnos a una reflexión profunda, proporcional a la responsabilidad que cada uno tenemos a bordo. ¿O es que no todos perseguimos el mismo fin y no luchamos por lo mismo? Tristemente, en todos los barcos hay ratas y mientras se puedan mantener, nunca abandonarán el barco, al fin y al cabo, en él está su sustento. Pero no las busques en caso de hundimiento, siempre son las primeras en desaparecer.
Una regla de la naturaleza tan básica como es entender que los ríos no beben de su propia agua, que los árboles no se mantienen de sus propios frutos, que el sol no brilla para sí mismo o que las flores no esparcen su fragancia para ellas mismas, dicho de otro modo, vivir para los demás, debería estar impresa con letras de oro en el prefacio de todos los cuadernos de Bitácora, al alcance de cualquier tripulante. Es verdad que la vida solo tiene sentido cuando uno es feliz, pero todos deberíamos saber, que alcanza su plenitud cuando los demás son felices por tu causa.
En la película, Billy Thyne no consiguió salvar a sus tripulantes, pero nosotros aun podríamos estar a tiempo. Tendremos numerosas bajas, importantes daños que, siendo honestos, no a todos nos afectarán por igual, pero nadie dijo que embarcábamos en un crucero de placer. En este barco, todos estamos a bordo, la tormenta no entiende de ideología, de raza o de sexo. Si la tormenta nos hunde, nos ahogaremos todos de igual manera, a menos que alguno de nosotros tenga la suerte de cambiar en un último momento el Andrea Gail por el Falcon.
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