Segundo trimestre
«Mi Cuarto se coloca de nuevo en fila para subir a clase; juntos nos adentramos por el pasillo hacia el aula: «es hora de enseñar, aunque sea a pie»…»
Jesús Bermejo Bermejo
Domingo, 11 de abril 2021, 09:47
«…que ya, que ya del (…) infierno
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el fugitivo pie libre he sacado,
y en puerto de salud llevo cuidado
áspero temporal de helado invierno…»
Francisco de Aldana
Los aplausos de mis alumnos/as sonaron mudos por la lana de sus guantes; aquellas manos guarecidas del temporal 'Filomena' con heladas temperaturas que colmaron de nieve los alrededores agregando más pandemia a la pandemia. Pienso en Groucho Marx: ¡Es la guerra, traed madera! Allá vamos segundo trimestre.
Coloco los tableros de parchís y ajedrez en las ventanas para que la ventisca no les sacuda directamente y enciendo el purificador de aire. Los/as niños/as suben las escaleras con el gel desinfectante transcendiendo entre sus dedos. Ventanas y puertas abiertas, las audiciones de la clase de Música avasallan mi clase de Sociales. Cuando intentamos descifrar el enigma de los paisajes naturales y transformados aparece el termómetro para su particular registro. Usamos ahora mascarillas FFP2 que apagan, aún más, nuestras voces y silencian la gesticulación de las explicaciones. Tengo el Classroom conectado con una alumna que espera los resultados de su pcr mientras intento inculcar responsabilidad a este Cuarto tan movido. Sillas que se mueven, cabezas que se ladean bifurcando el pensamiento de la atención, conversaciones en medio del discurso explicativo de toda materia; el campo árido de las divisiones con dos cifras en el divisor que se quedaron 'atragantadas' en el 2020 (como la situación que nos rodea, como casi todo)… siempre con la FFP2 arrebatando la melodía de las palabras a la vez que los contagios de los hermanos/as son sufridos en las faltas de los escolares; confinados sin estar confinados, instantes que se pierden, esa conectividad en la convivencia elemental del aula.
Estos meses he despedido a amigos y compañeros llevados por la Covid. El virus deambula sin que le consigamos ver todavía, pese a cumplir un año con él; las salas de urgencias se colapsan, reguero de camillas, espera infinita, desasosiego e impaciencia por querer vivir y respirar.
Un día, con la desunión perenne e inexplicable de las Instituciones, nos anuncian la vacuna, 'Astrazeneca' es la elegida; y justo la tarde que nos la ponen se suspende por posibles contraindicaciones. Somos personal esencial, sí; pero en medio de una guerra farmacéutica sustituyendo verdades por otras y con el brexit como telón de fondo. Y allí estamos, en las colas y en las salas de espera de los consultorios y hospitales, con esa risa floja de quien está frente al astado y todo el mundo le mira: «¿alguna alergia?, ¿alguna enfermedad crónica?... no que yo sepa… un pinchacino… espere sentado quince minutos, nos vemos dentro de doce semanas» nos anuncian mientras no podemos quitar de nuestra mente el paracetamol como único clavo al que agarrarnos en esos momentos.
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Soy docente en el Colegio Público Francisco de Aldana, rara vez la Historia española es generosa con estos protagonistas cuya balanza nunca se inclina a destacar. Aldana fue un militar poeta, admirado por Lope de Vega, Cervantes y Quevedo, que detestaba la guerra y la consideraba algo inútil para solucionar cualquier conflicto. Murió en la batalla de Alcazarquivir Junto al Rey Sebastián de Portugal. Se cuenta que, muerto su caballo y con las tropas cristianas derrotadas, el monarca luso (quien desoyó en múltiples ocasiones los consejos de Aldana en esa contienda) le quiso ofrecer su montura; pero Francisco, resignado a su fin y a su propia historia, se internó sin rendirse en una maraña enemiga de espadas curvas respondiendo: «Señor, ya sólo es hora de morir, aunque sea a pie»
La primavera ofrece sombra en el patio junto a las pistas. Los periódicos suscriben estadísticas europeas que cercioran la suspensión temporal de las clases presenciales de los centros de Dinamarca, Alemania, Noruega, Bélgica, Holanda, Irlanda e Inglaterra. Pienso en eso cuando suena la sirena y sonrío, no sé muy bien por qué. Mi Cuarto se coloca de nuevo en fila para subir a clase; juntos nos adentramos por el pasillo hacia el aula: «es hora de enseñar, aunque sea a pie»…
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