

jOSÉ cERCAS
Viernes, 6 de agosto 2021, 01:09
Hay algo mágico en el ambiente, no hay ningún problema, en el verano las rosas crecen al ritmo de sol y agua, las cervezas saben a tiempo, a espacio recorrido por la leve senectud de las gargantas. La fiesta es y era una ambición de la alegría. Estamos en ello y todo lo hacemos mágico.
Un día, el día de Santa Ana, llegamos a las ofrendas y ofrendamos, recorrimos las palabras, la música y los credos. Allí estaba lo que queríamos, la rosca de dulce piñonate, cubierta de miel y almendras. Pujamos ciegamente, como si no hubiera en el mundo otra rosca, ni más piñonate, ni más miel que de aquel dulce néctar.
Creo que nos acordaremos de ese día toda la vida. Todos los veranos evocaremos esas horas, sobre el caluroso día de Santa Ana. ¿Te acuerdas de...? y unas risas que nos sabrá a rosca y tiempo. Yo sí lo recordaré siempre, luego la vida que cumpla su objetivo, que nosotros, aquel día, lo cumplimos de sobra.
Verano
El verano viene a besarte,
busca en tus pupilas, el color de la tierra.
Busca las aguas
donde los balcones del vuelo
se deslicen por los acantilados del aire
para romper en tus labios la vida
donde naveguen los besos más dulces,
donde atraque mi gesto.
El verano vuela y alimenta, en su ruta,
lagunas evaporadas, noches de plenilunio.
Es la noche profunda que, en tu voz despierta,
son los besos que toman
el camino natural de los gemidos,
es la profundidad callada del te quiero,
El verano es la nocturna ira de tu boca,
es el tacto donde brotan las tormentas,
es el sabor de tus orillas,
el crepúsculo que derrota la tarde
y, por fin, la aventurera brisa
que amanece en tu piel.
He ahí el verano que yo deseo.
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