

Alberto SAn Millán
Martes, 21 de abril 2020, 02:42
Antes de empezar quiero agradecer la oportunidad que me dan para poder expresar mis pensamientos. No todos los días te ofrecen el lujo de 'hablar' en público sobre tus ideas. Y ya no digamos el doble lujo de poder expresar una idea completa. Básicamente, lo que puedo pensar se circunscribe dentro de todo lo que escucho de las personas que me rodean y los medios de comunicación que veo. Además, está el hecho de que soy una persona callada, introvertida, con ciertas dificultades para relacionarme con los demás y, por tanto, un poco ermitaño.
Voy a dividir mis reflexiones en cuatro aspectos: un punto de vista sobre las motivaciones de esta terrible pandemia que ha segado la vida de tantas personas. Un punto de vista sobre cómo ha afectado a una persona con mi perfil. Un punto de vista sobre cómo percibo el confinamiento de las personas a mi alrededor, y finalmente, mi opinión sobre cómo están llevando nuestros gobernantes la gestión de esta crisis.
Por todos es sabido, y el que no lo sabe, lo intuye, que en el mundo existen grandes fortunas, algunas conocidas y otras que no conocemos. Algunas conocidas son gente famosa, como Bill Gates, quien vaticinó (con pelos y señales) lo que está sucediendo casi con nombres y apellidos en 2015 en la famosa conferencia anual del TED celebrada ese año en Vancouver, Canadá. O como Amancio Ortega, con su magistral telaraña de empresas objeto de estudio en muchas facultades por todo el mundo. Otras son desconocidas para nosotros y mueven ingentes cantidades de dinero en bolsa en forma de acciones, bonos, certificados… mediante la constitución de gestoras de fondos o como las actuales carteras que venden hoy los bancos, en aras de la 'transparencia'. Algunas de estas fortunas desconocidas no dudarían en aplicar el dicho a río revuelto, ganancia de pescadores sin importar los daños colaterales. Las bolsas a nivel mundial son su 'río', y deben revolverlo cada cierto tiempo. Casi todo 2019 ha sido un año muy estable y alcista, demasiado tiempo en el que el grueso de inversores pudo aprender y estabilizar sus operaciones. Necesitaban un golpe de efecto que probablemente ni ellos fueron capaces de calcular.
¿De dónde ha salido el virus? No creo que nos dejen saber la verdad nunca. Siempre escucharemos lo que ellos quieran que escuchemos. ¿Fue realmente un accidente? ¿Con todas las medidas de seguridad, protocolos, control y tecnología que tienen en los laboratorios que manejan ese tipo de materiales? Para mí eso no es creíble, ni siquiera en China, donde suponemos que se inició la pandemia. Por eso estoy casi seguro de que detrás de todo hay intereses y que esos intereses son económicos.
Para hablar sobre cómo afecta la pandemia a una persona con mi perfil se hace necesario contar un poco mi día a día, que por cierto es bastante simple. Por mi profesión y como personal de soporte técnico a entidades locales tengo la responsabilidad de asegurar el funcionamiento del material informático y el teletrabajo. Esta labor me clasifica como personal necesario, pero me permite desempeñar las tareas de forma remota desde un puesto provisto con las herramientas adecuadas. ¿Qué significa esto? Que debo desplazarme hasta mi lugar de trabajo, pero puedo realizar todo desde un único puesto, con lo cual mi interacción con otras personas se ve limitada a mis cuatro compañeros por la mañana y mi casa por las tardes. Lógicamente mi círculo de contactos es bastante pequeño; seis o siete personas. Como ven, mi vida apenas ha cambiado.
Honestamente, no me asusta mucho la enfermedad, aunque la incertidumbre de su impacto en el organismo, estoy casi seguro por toda la información que nos dan, depende de variables como tu estado de defensas, la edad, otras patologías que tengas, la cantidad de virus que te ataca, la higiene que mantengas en tu entorno, etc. Y estas variables, utilizando la lógica común, las puedes compensar unas con otras. No me gusta vivir con miedo, así que me hago a la idea de que lo más probable es que lo pase un día u otro por lo que mis esfuerzos los inclino más en minimizar la cantidad de virus que me ataque y conservar el mejor estado de salud posible. De esta manera, ni me convierto en un aprensivo de las mascarillas y los guantes, ni tampoco en un irresponsable de tocar todo lo que veo, propagando la contaminación. Me lavo las manos a conciencia con mayor frecuencia y procuro tocar lo imprescindible cuando salgo a la calle. Evito tocar la cara y hago un uso consciente cuando llevo objetos (llaves, herramientas, etc.) y debo cambiarlos de mano para tocar algo más. En resumen, he añadido mucha conciencia a mi manera de conducirme por la vida … debo admitir que mis perritas me han enseñado algunas cosas.
Es interesante observar a las personas que veo por la calle cuando debo salir. Unos llevan mascarillas y guantes, otros sólo mascarilla, otros sólo guantes y otros ninguna de las dos. Me hace gracia porque los que llevan ambas cosas suelen tocarlo todo. En mi opinión son los más irresponsables porque con los guantes van propagando la enfermedad de objeto en objeto y encima piensan que están seguros con una mascarilla que lo más probable es que no sea eficaz para retener el virus. Me gustaría ver cómo se quitan los guantes de la mano.
Los que no llevan guantes suelen ser más cuidadosos al tocar los objetos y eso los convierte en personas que no propagan. Inspiran más confianza. Finalmente, me gusta que todos lleven mascarilla, sobre todo los que hablan mucho. Si no abres la boca no contaminas. Parece una tontería, pero no me puedes negar que tiene su lógica. Quizás sea uno de los motivos por los que la enfermedad tiene menos impacto en los países del norte de Europa.
Lo que sí es cierto es que se puede palpar el miedo que tenemos todos cuando estamos en la calle, y que ese miedo en cada persona se manifiesta de forma diferente y en diferentes grados. Así mismo, el miedo a la enfermedad permite fácilmente observar la calidad humana en la manera como se conducen las personas en la calle, en sus gestos, sus miradas y sus reacciones.
Este tema es complicado de enfocar si eres parcial. Pero mi carácter apolítico me lo pone fácil. Hace unos días, precisamente, escuché una opinión de una persona del Partido Popular hablando sin tapujos y en confianza sobre la gestión del gobierno. La verdad es que su opinión me gustó y la vi con mucha lógica. Esta persona decía: «nuestros gobernantes y sus asesores son personas que se han encontrado en una situación inesperada y sin antecedentes. Le hubiese podido pasar a cualquiera en su lugar». ¿Cualquier persona en su lugar hubiese cometido los mismos errores? Quizás no, pero otros diferentes sí. Nadie controla todos los aspectos de algo así, por muchos asesores que tenga. Por otro lado, no creo que nuestros gobernantes hayan tenido mala voluntad a la hora de gestionar esta crisis, ni hayan actuado con negligencia. No les interesa, ni en lo personal, ni en lo económico, ni en lo político. ¿Les pasará factura política todo esto? Yo creo que sí. La mayoría de la gente vota según le afectan los acontecimientos y no ven más allá.
Finalmente me permito un par de reflexiones más. La primera es que el futuro debería pasar por vacunaciones masivas (cuando tengan disponible una vacuna eficaz). Yo creo que será la única forma de generar confianza en la gente de manera que la economía del turismo se recupere. No hay que olvidar que más de 80 millones de turistas al año son mucha gente dejando su dinero en España. Hasta que eso suceda no podremos decir que hemos superado la pandemia porque los repuntes infecciosos pueden surgir muy fácilmente.
Y la segunda reflexión es que tendremos un problema cuando, una vez superada la crisis sanitaria, y la actividad económica se encuentre en movimiento, sea momento de empezar a pagar las facturas. ¿Cómo van a gestionar la economía? Ahí es donde veremos su capacidad. La verdad no me hace ninguna ilusión poner la gestión económica de un país en manos de un gobierno que tiene compromisos con personas comunistas con chalets caros. ¿No es una contradicción?
¡Cuidaros mucho! … mi abuela siempre me decía: «la higiene es media vida».
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