josé cercas
Martes, 2 de noviembre 2021, 07:51
Ella era rubia de unos ojos azules intensos, cuando te miraba, te enseñaba el mundo desde el color añil de los océanos. Ella fue mi primer amor, era el piélago marino donde yacía mi pecho, donde sucumbían mis manos, donde acudía mi boca.
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Con ella recorría los días y las risas, la libertad de sentirnos libres por aquellas calles y plazas de Santiago. Yo la amaba como se aman los brazos extendidos que cortejan la lengua de las olas, o el río que fluye desde los bosques a la niebla. Yo la amaba como se aman los lirios cuando estallan de color y aroma en primavera. Cuando ella me decía que me quería, amaba sus senos blancos, su voz aterciopelada. Yo la amaba bajo los besos, bajo su lengua desbocada y cariñosa. Sobre su tierra entre el agua y las nubes. Yo la amaba de esa manera que levanta el oscuro granito de la patria. Así la amaba yo.
Ella me amaba de igual manera y bailábamos y bailábamos y bailábamos, en la Quintana dos Mortos. Nosotros éramos la música que danza, el violín que atesora su lugar bajo las estrellas, las charcas cubiertas de nubes y luciérnagas. Ella me amaba del mismo modo, de igual manera. Tenía los ojos azules y rubio su cabello. Ella acariciaba la luz de mi tiempo. Ella era mi tiempo.
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