Pequeñas debilidades
«¡Ánimo, estáis en la recta final que os deja en el comienzo de vuestro futuro!»
maría victoria pablos lamas
Viernes, 7 de mayo 2021, 06:00
Admiro a las personas que cantan y sanan, que bailan y su mal espantan. En este momento (de cuarta ola de pandemia) no es que estemos tristes, es que muchos vivimos tristes. Tristes por no ver el fin del peligro al acecho. La vida qué impredecible, qué sorprendente y a veces qué desconcertante.
Y así en este caldo, todo cambia de color y se vuelve más difícil cuando es difícil de por sí. Elija usted pensar en lo que quiera, sé que tiene mucho con lo que ilustrar este apartado del texto.
Mi trabajo como docente me conectó con un grupo de personas antes inquietas, antes activas y antes alegres. Ellos, que son mi equipo de trabajo, ni si quiera sospechan que van a protagonizar este artículo.
Cuando la admiración se contiene, puede ser causa de sospecha. Pero, lejos está de mi intención, como pueden leer.
Encontré un grupo de personas con un tremendo aturdimiento. Apenas sentía su energía, ello me preocupó desde el principio. No me preocupaba demasiado cómo avanzaba el temario, que sí lo hacía; me preocupaba que cualquiera que fuera la treta que me inventaba para percibir ánimo, su energía era inexistente como si un agujero negro la absorbiera de ellos.
Aun así, no cesamos de intentarlo. Ni ellos ni yo. Creímos que no estaba siendo suficiente y ya leíamos suspiros, miradas y reacciones no verbales... Lo que las palabras no cuentan transmite información muy veraz. Fue entonces cuando empezó a aflorar TODO, y todo es tanto que es imposible que yo lo describa aquí.
Sólo les diré que pueden intentar imaginar qué les hubiera pasado a ustedes si con 17-18 años se hubieran visto en casa o con las restricciones de este año inolvidable. Con todas y cada una de las obligaciones de una persona que está haciendo un trabajo intelectual exigente y constante que desembocará próximamente en una prueba definitiva para su futuro profesional.
Intenten imaginarlo y ni se acercarán. Porque ellos no pueden sentir confianza en nada de lo que hacen. Lejos de sentirse seguros, se sienten culpables. Reconocen no poder controlar todo y muchos han dejado de realizar actos necesarios para preservar la protección de su familia. Y ello les produce un efecto de vacío y tristeza vital bastante apabullante (este es el estado en que comenzó el curso para nosotros este año y que casi todos sostienen).
Qué difícil y qué duro saber que mi equipo abordaba este curso con tan pocas opciones.
¿Y entonces qué? Pues después de reconocernos, de mirarnos, de expresarnos... Empezamos a sentir que valía la pena dejar constancia -posiblemente con el deseo de cerrar un capítulo, compartiendo el anhelo común de que algo así no se vuelva a repetir. -
Ahora estamos en la parte final del proceso. Nos quedan apenas tres semanas para que el mundo cambie de nuevo.
Estos últimos días les he repetido que el aprendizaje mayor de este año largo es haber evolucionado sin sucumbir. Haber portado a hombros, realidades y obligaciones; hasta la recta final con mucho esfuerzo y con inevitable constancia. Que después de esto encontrarán muchas ocasiones en las que volver a aplicar estos aprendizajes vitales extracurriculares. Y que, como esta vez, habrá que optimizarlo todo.
Déjenme que les diga que nunca me pareció justo que nadie señalase a los jóvenes de causar olas. Los jóvenes son increíbles y la mayoría nos cuidan con sus acciones.
Otros muchos jóvenes hubieran abandonado este camino por sobreesfuerzo. Y ellos han encontrado la manera de poder con todo, de seguir el ritmo que les hemos marcado. Llegarán a EBAU con ganas de emprender el vuelo y se liberarán de este momento. ¡Ánimo, estáis en la recta final que os deja en el comienzo de vuestro futuro!
Os voy a echar mucho de menos. Es imposible no reconocer el buen trabajo que hacéis a pesar de estas amargas circunstancias. Tenéis tremendos galones, pase lo que pase en EBAU.
Dedicado a los que al leer sonríen. ¡A todos!