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Aberto Moreno, antes del confinamiento
Por ti... por ellos, ni un paso atrás
Reflexiones desde la ventana

Por ti... por ellos, ni un paso atrás

«No se pueden tratar igual ciudades de millones de habitantes que nuestros pequeños pueblos y plazas...»

alberto Moreno

Viernes, 1 de mayo 2020, 08:28

Desde mi ventana se ve verde, olivos, alguna construcción diseminada; lo primero que se valora son las vistas; lo segundo, como no puede ser de otra manera en estos tiempos que corren, es la pureza del aire. Sin duda, mi ventana está en Trujillo, pero en este caso no está en el centro de la ciudad, sino en uno de sus preciosos arrabales.

Estos son los olivos que hacen aparecer a Trujillo en el mapa de la producción de aceite, como podía leer en un artículo que compartía un buen amigo sobre la olivicultura extremeña.

Aunque pisamos suelo urbano, podemos decir que el confinamiento desde el campo se ve de otra manera; vivir en el campo es un privilegio, no ahora. Creo firmemente que lo ha sido siempre, sobre todo cuando empiezas el día entre olivos, pasas la jornada en una frenética actividad urbana, más cerca o más lejos de tu casa y terminas de nuevo paseando, cuando se puede, por el campo.

Aún así, pasar el confinamiento en el campo no hace que uno sea menos empático con los demás. La percepción con la que se vive toda la situación que nos rodea también es la de fuerte preocupación que mantiene un orden para mi muy claro, en primer lugar, por la situación sanitaria y por el miedo que cada uno tenemos ante este terrible problema; por otro lado, por el miedo a la situación económica que dicen que vendrá, a las decisiones que se tomen, que sean lo suficientemente acertadas. Por último, como no puede ser de otra manera para un jurista, miedo al acomodo social con una situación jurídica de limitación (ahora necesaria) de derechos humanos sin precedentes y acomodo económico de la sociedad a los incentivos públicos necesarios ahora, pero que no podrán durar mucho tiempo.

Los juristas solemos llevarlo todo a nuestro terreno, bien por vocación, bien por deformación, vemos siempre el lado jurídico-interpretativo de las cosas, y esta situación que nos ocupa no puede ser una excepción; tiene importantes tintes jurídicos. Para mí, desde mi particular confinamiento, existe una preocupación y esa es la limitación de derechos fundamentales, (no digo que sea sin causa) pero, con independencia de si este virus se queda entre nosotros o no, esta situación de limitación de los derechos no puede perdurar en el tiempo, ni debe llevarnos a permitir que se den situaciones que limiten, de forma continua, esos derechos fundamentales.

Una vez se vayan alzando las medidas tan graves acordadas, la única manera de mitigar los efectos de este terrible virus será la responsabilidad individual; cuando todo esto empezó, se promulgaba una norma, con el mayor consenso político y de la ciudadanía -en lo esencial del propio confinamiento- todos estábamos de acuerdo con que quedarse en casa era la solución para intentar no colapsar el sistema sanitario; quizás pocos reparábamos en que nos encontrábamos ante una importante limitación de los derechos fundamentales, y tampoco deparábamos en que el gobierno se había otorgado poderes sin precedentes, desde antes de 1978, para limitar esos derechos de que hablo, no digo que no fuera necesario.

Nuestro País es un Estado de Derecho, y todos, incluso el poder ejecutivo, estamos sometidos al imperio de la Ley y al respeto de los Derechos Humanos. Para que este engranaje de derechos, deberes y libertades funcione, el ciudadano tiene que ser crítico sin límites, pues los derechos fundamentales que se suspenden son los estrictamente necesarios para aliviar la crisis sanitaria, no otros.

Nos tenemos que hacer a la idea de que la responsabilidad individual, en la lucha contra el virus debe ir ganando terreno a la limitación de derechos fundamentales, y eso supone que todos arrimemos el hombro, porque de lo contrario la limitación de derechos nos puede llevar a perder algo tan importante como nuestra privacidad, libertad de circulación, libertad de expresión, etc.

La sociedad tiene que adquirir la responsabilidad de mantener a raya este virus asumiendo como propias las recomendaciones sanitarias, para que esas recomendaciones no se tengan que convertir en normas jurídicas; puede ser una utopía, pero juntos, como sociedad, tenemos que evitar que los gobernantes tengan la necesidad de limitar los Derechos Humanos, puesto que esa necesidad se puede convertir en tentación y eso es un verdadero peligro para las bases de nuestro ESTADO DE DERECHO.

Desde luego en nuestra historia democrática no es conveniente que haya muchos Reales Decretos como el que acuerda el Estado de Alarma; por lo que ello supone en lo económico y en lo jurídico; esa norma era hecha de forma muy rápida, pensando en las ciudades, no era una norma para zonas rurales como la nuestra; quizás la improvisación, mejor llamada falta de previsión, o la falta de empatía por parte de quien hace la norma, o quizás mi carácter inconformista como abogado con las normas que se salen de lo legislable en situación normal, o con los poderes que se erigen por encima del Estado de Derecho (no digo que no sea por necesidad), ha sido una norma que no ha tenido en cuenta las diferencias entre los territorios superpoblados con la España vaciada, ahora durante el confinamiento semi-vaciada, porque hay que ver como se han llenado nuestros pueblos y campos de jóvenes y mayores que presumen vivir aquí de siempre, pero que llegaron a ellos no mas allá del fin de semana del 14 de marzo.

Se permitió a la gente que hiciera trescientos o cuatrocientos kilómetros, desde zonas con altas tasas de contagio, y no se permitía a nuestros jubilados y no tan jubilados que acudieran de forma individual a su huerto, el de enfrente de su casa, por esa calle que solo pasan ellos, y que con confinamiento o sin el, es difícil que pasen más de tres o cuatro personas diarias.

A veces, el café con leche para todos funciona, otras veces no sirve, al menos si existe pretensión de empatía. No se pueden tratar igual ciudades de millones de habitantes que nuestros pequeños pueblos y plazas, pues la proporcionalidad, como principio en la elaboración y aplicación de las normas no puede tratar de la misma manera, en época de confinamiento, un paseo por la zona de Plaza de Castilla en Madrid que salir a comprar el pan andando por nuestros maravillosos pueblos. Alguna diferencia existe, y esas cosas se tienen que tener en cuenta en las normas, a lo mejor en nuestro país se tendrían que haber cerrado antes las grandes ciudades, puede que si, en realidad por mucho que especulemos eso nunca lo sabremos, no contaremos con la información que antes y ahora cuentan las personas que toman decisiones, información que estoy convencido, no llega al ciudadano en su integridad.

No puedo terminar, sin mostrar gratitud a quien me permite estas líneas, en los tiempos que corren es un lujo que te pidan opinión y te den la oportunidad de ofrecerla públicamente; aunque nunca llueve a gusto de todos, a mí y seguro que a todos los que me preceden en esta sección nos hubiera gustado escribir de cualquier cosa, antes de escribir sobre este desastre; solo espero y deseo, desde lo más profundo, que dentro de poco tiempo podamos expresarnos, habiendo aprendido como sociedad, sin necesidad de hablar de este maldito tema porque lo hayamos superado, eso si, sin olvidar a los que se quedaron en el camino, todos ellos se merecen el mas fuerte homenaje, que es lo único que ya les podemos ofrecer, espero que podamos decir que lo hemos superado, pero nunca podremos decir que lo hemos superado con éxito, por todos ellos que se quedaron atrás.

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