

DAmián Gallego García
Sábado, 2 de mayo 2020, 02:12
Cuando aún no hemos terminado esta pesadilla de la pandemia del coronavirus, pero ya se vislumbra algo de luz al final del túnel, me gustaría compartir una serie de reflexiones, nunca con el afán de hacer más pesado este momento, sino de que podamos sacar alguna conclusión que nos pueda ayudar.
En primer lugar, es curioso que ahora que una situación catalogada de imponderable (no sé hasta qué punto) ha afectado a toda la humanidad, incluido este primer mundo en que todos estamos cómodamente instalados, es cuando nos ponemos alerta, nos angustiamos y ponemos en marcha la poderosa maquinaria del desarrollo científico, de los recursos económicos y todos los resortes necesarios para que todo termine lo antes posible y nuestro desasosiego no nos afecte más. Pero hemos estado cómodamente tranquilos, montados en nuestro confort y aparente seguridad viendo medio de soslayo que los países pobres sufren año tras año pandemias sanitarias (malaria, sarampión, cólera), de pobreza, de hambre, de guerras y demás desastres, con muchísimas más muertes que las que el Covid 19 va a producir. Pero, claro, esos países solo existen en la televisión, no forman parte de nuestro mundo, no son iguales las vidas y los sufrimientos según en qué parte se produzcan. Nos guste o no, esa es la realidad y yo, que tengo algo de experiencia en solidaridad con esa 'cara mala del mundo', como dice Jarabe de Palo, os aseguro que sé de lo que hablo.
Pero incluso si no llegáramos a tomar conciencia de lo dicho anteriormente, me gustaría que pensáramos un poco en este mundo cómodo, seguro y confortable que nos hemos dado. Porque teníamos la lección aprendida, nos sabíamos las respuestas del examen, pero este coronavirus nos ha cambiado las preguntas, de ahí el desbarajuste y el desconcierto a la hora de responder.
Propongo que pensemos si realmente debemos seguir aceptando que es más trascendente (por su repercusión mediática, sus vergonzantes ganancias, etc) un futbolista famoso que una enfermera, un camionero que nutre un supermercado o un servidor público, de los muchos que se han jugado la vida en estos momentos por todos nosotros. Basta recordar la cantidad de sanitarios de España y otros países del sur que tuvieron que emigrar para poder vivir, lo bien que nos hubieran venido.
Pensemos si no es mejor renunciar a una parte de nuestro 'bienestar económico y de consumo' y tener un sector público (ahora se ve claro que la sanidad es un bien básico, pero también la educación, la justicia y otros) eficiente, universal y bien dotado, para cuando lleguen momentos de necesidad, como ha ocurrido ahora.
Que nos preguntemos dónde están escondidos esos 'modernos' irresponsables que son los antivacunas, dónde están ahora que toda la Humanidad clama por una vacuna cuanto antes. Que no nos dejemos camelar tan fácilmente por estos y otros vendedores de humo.
Que pensemos si es de recibo que se sigan gastando ingentes cantidades de dinero, y el hacer de los mejores cerebros, en armas para guerras muchas veces instigadas por la injusticia creada por los gobiernos de los países que las producen. Qué bien vendrían esos recursos, en estos momentos.
Que pensemos si es aceptable que la política derivada de la crisis financiera de 2008, impuesta por los de arriba (están en el Norte de Europa, además), haya provocado unas machaconas exigencias de austeridad que se han llevado por delante mucho del equipamiento social, incluido el sanitario, que tan necesario se ha visto que es ahora; pero, claro, en esto había que recortar, pues los bancos necesitaban un rescate sí o sí, Lo han devuelto? Incluso con la que está cayendo tampoco? Nos tocará endeudarnos a todos para salvar la situación. Tomemos nota, que no nos cuenten cuentos.
Que pensemos si no sería más rentable para la Humanidad que esas mentes brillantes trabajaran para conocer esos virus que están en los animales, no se generan espontáneamente, están ahí (en murciélagos y en otros animales salvajes) y pudieran tener hecho un buen plan para evitar que pasen a los humanos (la sanidad animal que tan bien conocen los veterinarios, unos olvidados injustamente en esta crisis). Y pensar si China puede seguir así en este aspecto, porque lleva una oleada de virus expandidos al resto del mundo en los últimos 30 años; que le exija la comunidad internacional más rigor en la higiene alimentaria, pero, claro, es un gigante al que mejor no importunar. Incluso hay voces que apuntan a que se haga un estudio de los virus potencialmente peligrosos y se tengan 'previstas o desarrolladas previamente' las vacunas y si hay una pandemia solo sea ponerse a producir la necesaria en grandes cantidades; con el desarrollo biotecnológico de hoy día parece que no es una cosa irrealizable, aunque seguramente sería menos rentable para las compañías que están ya en la alocada carrera por llegar la primera y llevarse la tajada. Buen caballero es don dinero. Pensemos.
Con lo dicho no he querido hacer un ejercicio de desahogo, ni expulsar la bilis, ni crear crispación, sino invitar a una reflexión serena, pausada, tranquila y que cuando esto pase intentemos ser un poquito más racionales, más críticos, menos conformistas y también más sensibles a las desgracias no solo nuestras, sino de todos. Cuando las personas están informadas pueden ser más autónomas, menos manejables y más exigentes, no solo con los gobernantes, sino consigo mismas. Esa exigencia debería llevarnos, y ese es mi deseo sincero, a mejorar como seres individuales y como colectividad, lo cual implica a veces un grado de 'sacrificio' de parte de la comodidad o de los comportamientos aceptados como habituales; este mundo, para bien o para mal, lo hemos construido poco a poco entre todos, pensemos si después de esta pandemias podemos darle una vuelta, mayor o menor, hacia lo que creo que todos queremos: un mundo mejor.
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