Borrar
Luis Bravo Flores
¡Niño no te relajes!
Reflexiones desde la ventana

¡Niño no te relajes!

«En una situación de máxima alerta, solo dos aspectos son intolerables por sus devastadores resultados, el miedo y la ignorancia»

Luis bravo flores

Domingo, 19 de abril 2020, 02:40

Un día, el mundo dijo ¡basta! Se apagó el motor y solo la inercia de la velocidad lo mantuvo en movimiento, hasta que por una fuerza natural se paró definitivamente.

Según los expertos, nos enfrentamos a la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. Pero ¿realmente estamos preparados?

Nos encontramos en una situación de pánico generalizado, de alarma social, de impotencia frente a un enemigo invisible, pero parece que lo que verdaderamente importa es que los niños no se relajen. Cientos de muertos a diario, infectados que se cuentan por miles, noticias que desesperan, informativos que estremecen. Pero, niño ¿has hecho los deberes?

Estamos asistiendo a una catarsis tal, que la preocupación por contagiarse con esta absurda enfermedad, el drama que supone cerrar un negocio, la desesperación por encontrarse de nuevo en el paro y la consternación por no poder ver a nuestros familiares más cercanos, no parece importarnos tanto. Ahora, lo que realmente importa es si el niño termina la tarea del día.

Los docentes y sus alumnos no necesitarán ni guantes, ni mascarillas, ni medidas de distanciamiento social para luchar contra esta crisis. Un ordenador, una tarifa plana y su aplicación correspondiente, serán las herramientas necesarias superar esta pandemia.

¿Alguien ha pensado en la generación a la que cada uno pertenece, los recursos con los que cuenta o los conocimientos que se tengan sobre nuevas tecnologías? ¿Quién ha reparado en las condiciones socioeconómicas y familiares que asolan hoy los hogares y como consecuencia de ello, los recursos con los que se cuenta? Sería buen momento para recordar que, a día de hoy, la brecha digital en nuestro país afecta al 14 % de los hogares con menores. ¡Pero qué mas da!, niño, tú por si acaso, no te relajes.

Los alumnos, a los que se les ha privado de su hábitat natural, la calle, se han visto obligados a permanecer en casa, soportando los conflictos familiares derivados de la convivencia. También están sufriendo la preocupación de no ver a sus abuelos, a sus amigos o a sus primeras conquistas. Pero aun así, niño, no te puedes relajar.

Los profesores, cada uno con sus dramas personales, participando de las mismas preocupaciones, reinventándose una vez más y demostrando si cabe, más empatía e inquietud por sus alumnos, se han visto obligados a pasar de una economía globalizada a una economía de guerra en poco menos de un fin de semana. De forma velada, se les ha impuesto una carrera hacia la normalización en una situación excepcional, utilizando sus propios recursos, y privándoles de esa intimidad que siempre se ha tenido sobrevalorada.

En una situación de máxima alerta, solo dos aspectos son intolerables por sus devastadores resultados, el miedo y la ignorancia. El primero, bien podría justificarse por ser inherente a la condición humana, pero el segundo, es el resultado de una falta de esfuerzo y capacidad, que desemboca en un narcisismo ególatra, que nos lleva a situaciones inimaginables. Aquí, unos decretan, otros resuelven y todos instruyen, sin reconocer que el silencio es lo más indicado cuando no se tiene nada más instructivo que decir, aun así, no consintamos que el niño se relaje.

Por si fuera poco, a esta contrariedad le añadimos un ingrediente más que no deja impasible a nadie ¿o sí? Según la Administración en su Conferencia Sectorial de Educación, ha resuelto que «la repetición de curso va a ser una medida de excepción, que tendrá que ser sólidamente argumentada y acompañada de un plan preciso de recuperación y que será decidida por los docentes, quien también serán los encargados de determinar si el estudiante puede pasar al curso siguiente o a la Ebau». Yo pregunto ¿y qué es lo que se ha estado haciendo hasta ahora? ¿habrá alguien que piense que los repetidores se deciden en un sorteo? Quiero pensar que este lapsus quede tristemente justificado por la enorme distancia que separa los flamantes despachos del Consejo Escolar de Estado, de las no tan flamantes aulas.

Hasta lo que yo se, la repetición de un alumno entra dentro de esas decisiones estandarizadas, que toman los equipos docentes y que no tiene otro fin que el de igualar el rendimiento del alumno al resto de sus compañeros y, sobre todo, mejorar el suyo, siempre respondiendo a cuestiones pedagógicas y en su propio beneficio.

La tasa de repetidores en nuestro país, según los últimos informes, es alarmante y muy superior a las de la Unión Europea, donde casi la triplica. Todos estamos de acuerdo en reducir esta devastadora cifra. Pero coincidiremos también en que es obligación de todos intentar reducirla, elevando el nivel de nuestros alumnos en el día a día y mediante políticas educativas sensatas y consensuadas, que tampoco vendría mal, dicho sea de paso. Lo que sería disparatado es escudarnos en un bicho que por desgracia se ha colado en nuestros hogares, ya que eso no depende de nosotros. Ahora bien, si se cuela en nuestra educación, será porque se lo permitimos.

Es triste que haya tenido que venir un virus para poner a cada uno en su sitio y que no veamos en los errores una oportunidad para sacar lo único bueno que nos ofrece, que es aprender y cerrar un capítulo para poder iniciar un nuevo camino, sin importarnos cuanto retrasemos la línea de salida.

La naturaleza es sabia, nos maneja hasta unos límites desconocidos, poniendo un tope al egoísmo desmedido del hombre y cuando ésta actúa proponiéndonos algo, su consecuencia se convierte en un drama, pero eso se llama realidad. Desde mi perspectiva, no todos estamos a la altura, pero aun estamos a tiempo. Si me permiten un modesto consejo, hagamos caso a Luoise Lynn Hay, cuando decía: «Yo creo que hay un poder en el interior de cada uno de nosotros… mientras más conectes con el poder que hay dentro de ti, más libre estarás en todos los ámbitos de la vida».

Un brutal desplome económico sin precedentes cambiará el rumbo de la sociedad, modificará nuestras costumbres, incluso nuestra manera de ver la vida. El abrumador número de víctimas de esta plaga alterará el día a día de los habitantes de este planeta. Los daños colaterales que sufriremos todos, nos harán mas desconfiados, más descariñados y más recelosos, pero eso sí, algunos pensarán que habremos ganado la batalla porque los niños no se han relajado, y si alguno se relaja, dará lo mismo.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

hoy ¡Niño no te relajes!