
josé CERCAS
Jueves, 22 de diciembre 2022, 09:34
El niño, perfil y sombra de lo que ha de acontecer, dueño de la disputa y el juego, aurora que viene desde el origen de todos los tiempos.
EL NIÑO Y LA NAVIDAD
De pequeño el mundo era un caballito de cartón que pacía entre los altos rosales del jardín de mis abuelos. Mi vida estaba por comenzar, un camino leve y unos brazos como columnas del cielo que te subían a los más altos paraísos del vuelo. De pequeño la aventura en los vértices de la imaginación, los reyes magos, que galopaban en la noche, en rocines blancos cubiertos de juguetes. Los árboles adornados de frutos y guirnaldas, los pájaros y sus nidos inmaculados cubiertos de escarcha y nieve.
Los juegos abiertos a la dulce canción del tiempo. De pequeño yo era todo eso, con montones de antepasados descubiertos en la memoria lejana y familiar, que, con nubes de mazapán y caramelos, venían a reconocerte como nuevo ser vivo, en la lista de un apellido. La casa donde leía mi abuelo bajo el mustio quiosco de las flores es ahora en la que vivo.
Las navidades era un cántico de alegría y la sobriedad del tiempo, no le quitaba ni una fragmento de esa ilusión que teníamos a todo que volaba por encima de nuestra pequeña altura. Adornábamos el árbol del patio, ese viejo manzano que, a duras penas, resistía las inclemencias del tiempo y nuestros inocentes juegos, dibujados en los escaparates del cielo. La Navidad era todo lo que imaginábamos, la risa que nos llevaba, los padres que nos atendían. La familia que no conocías y los juguetes que, al alba, los viejos reyes posaban cerca de tus zapatos soñados. Esa era la ilusión y la alegría de un niño apenas nacido.
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