Reflexiones desde la ventana

Musas perdidas

maría victoria pablos lamas

Viernes, 3 de diciembre 2021

Hace apenas tres semanas caminábamos el otoño, las hojas estaban ya en el suelo, pero, ha llegado el frío y la nieve viene de camino para quedarse una temporada.

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Me detengo ante una pequeña flor que se balancea por el soplo gélido que no cesa. No puedo dejar de mirarla.

Aunque prefiero otras estaciones, voy a exprimir la libertad bajo el frío, mientras se prepara o no la tormenta perfecta para la pandemia. Ya no vivo pendiente del último informe y sin embargo nos llegan a todos malas nuevas. Quién sabe lo que nos depara el invierno que aún no ha llegado.

Hoy quiero hacerles pensar en algunos tragos amargos. ¿Quién de ustedes no ha sido nunca decepcionado? La decepción es como una ola monumental que no has visto venir. Es un proceso doloroso que implica sentirte muy distinto a como necesitas sentirte. Implica tener que reconstruir esquemas. Implica ver de cerca la parte que evitas ver, pero que sin duda está donde antes estaba. La decepción sólo te hace cambiar el enfoque de una manera drástica. Ya nada de lo de antes tiene sentido.

Cuando sufres una decepción es porque has depositado confianza sobre tierra árida. Porque has creído más allá de duda. Y porque necesitabas proyectar un castillo sin saber que lo estabas construyendo en el aire.

Es como el bofetón que no te esperas que te deja un sonido sordo y una herida que no acaba de sanar. No necesitas pensar en la decepción para saber que sigue ahí. Simplemente lo sabes.

Si usted está sonriendo es que conoce esta sensación.

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La vida está plagada de situaciones, ojalá todas fueran de calma y sosiego, pero, no. Tenemos situaciones que nos paralizan como el invierno, a las que llamamos decepciones. Decepciones que nos vamos a encontrar, tanto más, cuanto más pasionales seamos. La alternativa a no tenerlas pasa por no proyectar nada, ni ilusionarnos... Es imposible vivir sin vivir así que no nos libraremos.

Vivir implica afrontar decepciones de todos los calibres: Desilusiones a cada vuelta de la esquina. Desilusiones a la espera de 'jugar' con nosotros desestabilizarnos y ser una nueva zancadilla. Pero ¿Saben qué? que al menos que nosotros no sepamos vivir, las sobreviviremos todas, nos pondremos de pie tantas veces nos caigamos con ellas.

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Sin embargo, la parte más difícil de sobrellevar un bache de este tipo es que siempre tras la decepción habrá personas. Al menos habrá una que asociaremos a la decepción. De ahí que la herida palpite, porque es imposible dejar fuera de nuestras vidas a ciertas personas. Aunque lo haríamos si pudiéramos (y estoy segura de que alguno de ustedes sabe que lo haríamos).

Yo le llamo a esas personas asociadas a las decepciones 'musas perdidas'.

Esa vibración compartida previa a la decepción es lo que me hace llamar musas a esas personas. Pero esa vibración es difícil de restaurar o quizás algunas personas no podamos volver fácilmente a ese plano de energía, por autoprotección. Y, por ende, acepto ser la musa perdida de algunos familiares o de otros seres cercanos. Es inevitable. Conviene aceptar que somos parte de la decepción, en una cara o en la otra.

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La alternativa a no sufrir decepciones no es mejor que levantarse continuamente, créanme.

Como dice mi hermano Óscar: -cae otra vez y cae mejor- Es una frase maravillosa.

Sigo aprendiendo a caer... sopla el aire gélido y me siento como esta florecilla que sigo mirando, pero, déjenme que les diga que tengo piernas y si una nueva decepción me llega, me va pillar caminando y después de caer, podré levantarme mejor y lo haré cuanto antes.

Mientras tanto sigamos perdiendo musas, inevitablemente...

Dedicado a todos los que al leer sonríen.

Especialmente dedicado a Sonia Gara Arborella, también a Koldo Moreno que me ayudan a liberarme. A Óscar Pablos, que me inspira desde que nació. Y cómo no, a Nina Benito, que enhebró días hasta bordar 96 años.

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