

javier caldito novillo
Médico
Jueves, 16 de abril 2020, 01:22
Un 'insignificante' ser vivo, el COVID19, ha irrumpido, como un elefante invisible en una cacharrería, poniendo todo nuestro sistema de vida patas arriba. En unas pocas semanas, el susodicho microorganismo ha colocado sobre el tapete, la gran fragilidad del 'todopoderoso' ser humano y gran parte de sus miserias.
Como será la cosa, que hasta se han resucitado palabras que son más propias del lenguaje de los pueblos inmersos en acontecimientos bélicos, como salvoconducto o economía de guerra. ¡Quien me iba a mí a decir, hace casi un mes, que, además de ver a pacientes pertrechado con guantes, mascarilla y, en ocasiones hasta pantalla, tendría que firmar salvoconductos! Pero esta es la realidad.
La especie de las especies, la especie por excelencia, el rey del mambo de las especies, se ha visto humillado por un sencillo organismo vivo compuesto por RNA. Un triste bichito que se cae, dicen los expertos, a un metro, más o menos, de su salida de un cuerpo contagiado, y que no dura más allá de unas horas o pocos días. Puede que este 'artista de la farándula microbiológica' nos cante por alegrías causando síntomas gripales, que se pueden tratar con el conocidísimo paracetamol, o puede que tengamos la desgracia de que salte por peteneras y nos desencadene un Síndrome de Activación Macrofágica con su correspondiente 'tormenta de citoquinas' (IL6), en cuyo caso hay que recurrir a bolos de corticoides, inmunosupresores, antirretrovirales, hidroxicloroquina. Y si nos penetra en los pulmones, entonces echémonos a temblar, porque ahí causa verdaderos estragos, y más si no disponemos de UVI o respirador. Y estoy usando el plural no por cortesía, sino consciente de que de esta pandemia no se libra ni el tato. Y si no que se lo pregunten a los altos mandatarios y personajes del mundo, de todo tipo y condición, que han caído infectados; algunos de los cuales tampoco se han podido despedir de sus seres queridos, como cada hijo de vecino. Se ve que el COVID19 aplica políticas de igualdad de forma inmisericorde, y no vale si se es rey o vasallo. Quien le iba a decir a cierta ministra, que este virus, del que afortunadamente ella se va escapando, iba a ser más efectivo que todas sus tonterías legislativas juntas.
El caso es que el maldito virus se va a llevar a la tumba a miles de seres humanos, de una tacada y sin despeinarse. ¡Ojalá que, cuando esto se publique, nadie más esté ya en esa fría y triste lista de fallecidos!
El bichito de marras ha sacado a relucir cosas buenas: la solidaridad, la imaginación, el buen sentido del humor, el buen trabajo de las llamadas actividades esenciales, la disminución de la contaminación atmosférica, y hasta formas de entretenimiento como los retos en las casas de los confinados. Como dice el conocido refrán español, no hay mal que por bien no venga.
Pero también ha puesto de manifiesto, como decía al principio, las miserias humanas y, como no, el juego sucio de la política mal entendida, así tenemos: los que no aceptan quedarse en casa poniendo en peligro su vida y las de los demás; los que practican el a río revuelto ganancia de pescadores, intentando sacar tajada económica; la de aquellos que, con el cuento manipulador de que «ahora no es el momento», pretenden cercenar la libertad de expresión y la crítica constructiva, imponiendo su sectario pensamiento único. Pero de todo esto, lo que, a mi juicio, es más indignante, es la sensación de abandono a la que se han visto abocados nuestros mayores, sus familias y sus cuidadores. Todos debemos sentirnos culpables de este desprecio hacia quienes lucharon con tesón para conseguir el bienestar económico-social y de libertad, que hemos venido disfrutando. Es muy lamentable la desidia que se ha tenido con todos esos españoles, que supieron perdonarse y olvidar viejas rencillas, con quienes sufrieron años de vivir con el cinturón apretado, y dieron lo mejor de sí mismo.
Y todo esto ha ido sucediendo ante la incredulidad inicial y los gestos, a menudo prepotentes y pinochos, de la clase dirigente y ciertos asesores, y ante la perplejidad de la ciudadanía; al tiempo que a todos se nos iba quedando cara de 'palominos atontaos', ante el aumento inexorable y contundente de infectados y muertos.
El mal llamado rey de la Naturaleza debe aprender a ser más humilde y pensar que no es el único habitante sobre la faz de la tierra, que no es su único dueño, que hay millones de seres que tienen el mismo derecho a vivir y desarrollarse en este Mundo. Y que estamos en una cadena ecológica donde la mayoría de las veces somos depredadores, por cierto, implacables, y otras veces nos toca perder. Nos hemos acostumbrado a vivir en una situación de casi pleno bienestar y, aunque la medicina ha avanzado mucho, siempre surgirán nuevas y desconocidas amenazas.
A ver si esta cura de humildad, nos ayuda a darnos cuenta de que somos demasiado arrogantes. ¡Menudo baño nos está pegando el puñetero COVID19! ¿Servirá tanto sufrimiento para algo, o asistiremos al triste espectáculo de 'el muerto al hoyo y el vivo al bollo' y ahí se queda todo?
PD: Se me pasaba. Me refiero al desastre económico que se avecina y que va a producir de todo: destrucción de empresas, paro, puede que incluso hambruna, y hasta trastornos psicológicos. Un retroceso de características imposible de predecir. En el fondo, estoy deseando equivocarme, pero… Dicho sea de paso, y sin que nadie se entere, contesto a mi propia pregunta afirmando que el muerto al hoyo y el vivo al bollo, y si no al tiempo.
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