Francisco Mateos FMC
Reflexiones desde la ventana

La memoria colectiva y la protección del conocimiento acumulado: Archivos, bibliotecas e internet

«En nuestra mano está que la vela del conocimiento acumulado durante siglos en nuestras instituciones municipales, no se apague durante nuestra generación»

francisco mateos

Lunes, 16 de agosto 2021, 09:36

«Cada registro ha sido destruido o falsificado, cada fecha ha sido alterada. Y el proceso continúa día a día. Nada existe salvo un interminable presente en el que el Partido siempre tiene la razón». George Orwell, 1984.

Publicidad

En su famosa novela '1984', publicada en 1949, George Orwell describe un estado totalitario en un futuro que a veces parece que se va acercando. Un estado dirigido por el 'Gran Hermano', un dirigente omnipresente, guardián supremo, que dirige la sociedad mediante una red de pantallas y cámaras en calles y domicilios que, a la vez que te muestran información e instrucciones, te vigilan.

En la novela, el uso obligatorio de una nueva lengua con un reducido número de palabras favorece el lavado de cerebro para evitar el libre pensamiento. Cuantas menos palabras se usen mejor. Pero solo es necesario vigilar a una pequeña minoría de la sociedad con capacidad intelectual para poner en cuestión al sistema, ya que el 85% de la población está compuesta por una masa proletaria en la que el trabajo físico, el cuidado de los hijos, el cine, el fútbol, la cerveza y, sobre todo, el juego, llenaban su horizonte mental. Unos cuantos agentes de la policía se encargaban de difundir rumores falsos entre ellos y eliminar a los más peligrosos. Con eso era suficiente para mantenerlos a raya. Las masas son felices y su ignorancia es la que hace fuerte al sistema al imposibilitar que se subleven.

En ese mundo, la lógica es innecesaria y tanto el conocimiento como la reflexión son inútiles. El lema del partido es: «Guerra es Paz, Libertad es Esclavitud, Ignorancia es Fuerza».

En esa sociedad distópica, no existe la verdad ni la mentira. Solamente la versión del Partido, que ahora puede ser una y mañana la contraria. Y no ser en absoluto contradictorias gracias a que el 'Ministerio de la Verdad' se encarga de cambiar los registros en los archivos, los titulares de los periódicos, la literatura y toda la documentación sobre cada asunto, reescribiendo los hechos para que coincidan con la 'verdad' actual.

Orwell, un comprometido intelectual que vivió entre 1903 y 1950, sabía de lo que escribía y a través de la literatura de ciencia ficción quería denunciar lo que él mismo había vivido: la fragilidad de las democracias consolidadas y el avance de los totalitarismos en Europa a ambos lados del espectro ideológico: en la Alemania de Hitler, la Italia de Mussolini y la España de Franco, por un extremo, y la Unión Soviética de Stalin, por el otro.

Publicidad

Por ello, el escritor sabía de primera mano cuales son los dos pilares de un estado totalitario: el progreso de la ignorancia en primer lugar, y la imposibilidad de poder consultar que es lo que ocurrió en el pasado, para poder confrontarlo con los hechos del presente.

Así, dos de los pilares de una democracia consolidada son, el conocimiento y la capacidad de recuperar los hechos del pasado. Y para reforzar esos dos pilares existen dos instituciones fundamentales que hoy en día están en peligro: las bibliotecas y los archivos.

Publicidad

De igual forma que la memoria de las personas es lo que conforma su identidad, los archivos y las bibliotecas son la memoria en las que se basa la memoria colectiva de las comunidades.

Lo mismo que las familias bien organizadas procuran tener localizados y a mano todos los documentos relacionados con su identidad económica y legal o su situación sanitaria o social, en las sociedades desarrolladas, los Estados, regiones, provincias y en última instancia los municipios han venido haciendo lo mismo: Gracias a ello, los archivos y bibliotecas municipales han conformado históricamente la memoria colectiva de pueblos y ciudades. Así, por ejemplo, no existe mejor forma de conocer a un municipio que consultar los documentos relacionados con nacimientos, defunciones, solicitudes de empadronamiento, licencias de obra, festejos, impuestos locales, proyectos urbanísticos, normas municipales y celebraciones de plenos, que todos los ayuntamientos de nuestro país guardan.

Desde la más remota antigüedad, los poderosos han sabido siempre de la importancia de controlar la transmisión del conocimiento y salvaguardar los documentos que legitiman su poder y sus posesiones. Desde los tiempos de la dinastía Ptolemaica en el Egipto del siglo III a.C., cuando se creó la mítica biblioteca de Alejandría hasta los archivos digitales más actuales, pasando por el establecimiento del Archivo de Simancas en 1540, la biblioteca de Oxford en 1602 (biblioteca Bodleiana), la Biblioteca Nacional de España en 1712, el Archivo de Indias en 1785 o la creación de la biblioteca del Congreso de los EE. UU. en el año 1800, la creación de archivos y bibliotecas por parte de todo tipo de gobernantes, ha sido una constante.

Publicidad

En nuestra localidad, el Archivo Histórico de Trujillo fue creado en 1491 por una orden nada menos que de los Reyes Católicos, pero conserva documentos muy anteriores, datados en 1256, y es uno de los archivos históricos municipales más importantes de Extremadura y de España.

En la actualidad nos encontramos que, mientras que una minoría de la sociedad es muy consciente de la importancia y transcendencia de las instituciones que conforman nuestra identidad colectiva, para la mayoría los archivos son simples almacenes de papeles viejos y las bibliotecas tan solo salas con libros donde resulta más cómodo prepararse los exámenes que en casa.

Publicidad

Aunque a veces, incluso esa selecta minoría intelectual puede convertirse precisamente en el riesgo para la pervivencia de dichas instituciones. En muchas ocasiones han sido los que, conocedores de su verdadero significado, han destruido archivos y bibliotecas para conseguir sus objetivos.

En ese sentido es paradigmático el caso de Nikola Koljevic, catedrático de literatura, especialista en Shakespeare, usuario habitual de la biblioteca de Sarajevo y responsable directo de su destrucción deliberada con bombas incendiarias el 26 de agosto de 1992, durante la guerra de Yugoslavia.

Noticia Patrocinada

Pero son cientos los ejemplos: la biblioteca del Congreso de EE. UU. fue destruida en 1814 por los ingleses durante la guerra de la independencia. La biblioteca de la Universidad de Lovaina fue destruida dos veces por tropas alemanas, en agosto de 1914 y en mayo de 1940. Mucho más conocida es la quema de libros de pensadores, científicos e intelectuales judíos en casi toda Europa durante la II Guerra Mundial promovida por la Gestapo y por su brazo académico: El Instituto para la Cuestión Judía.

Es evidente que, dado que bibliotecas y archivos son objetivos de escaso valor estratégico y militar, el principal objetivo de esos ataques es infundir daño psicológico a la población, debilitar las instituciones educativas del enemigo y dificultar su recuperación una vez acabado el conflicto. En el caso de la antigua Yugoslavia, a la quema premeditada del conocimiento se unió la destrucción deliberada de los archivos de catastro, partidas de nacimiento, registros de propiedad e incluso lápidas. No se trataba tan solo de exterminar al enemigo, sino también de destruir todo rastro de su existencia y de su cultura, que es lo que se consigue cuando se destruye la memoria histórica que conforman los archivos y bibliotecas.

Publicidad

En otros casos, los archivos y bibliotecas han tenido mejor suerte: tras el hundimiento de la RDA en 1989, los archivos de la policía política del régimen comunista, la Stasi, fueron protegidos por la población local y la difusión de sus contenidos ha sido crucial para sanar las heridas de una sociedad rota tras 40 años de dictadura comunista.

En 2003, el disidente iraquí Kanan Makiya consiguió poner a buen recaudo el archivo del partido Baaz, la herramienta a través de la cual Sadam Hussein controló Irak durante casi 40 años. Con la ayuda del Departamento de Defensa de EE. UU. se trasladaron y digitalizaron durante 9 meses los millones de documentos que ayudaron a presentar pruebas al tribunal que juzgó y condenó a muerte al dictador iraquí, por crímenes contra la humanidad.

Publicidad

Por otro lado, en plena segunda década del siglo XXI, con la digitalización avanzando por todos los rincones de nuestra vida, podría parecer incluso que los archivos y bibliotecas están empezando a ser prescindibles.

En la actualidad, vivimos en una época en la que podemos llevar todos nuestros documentos en el móvil, hacer todo tipo de gestiones digitales en los portales electrónicos de las diferentes administraciones con nuestro certificado digital y acceder de forma automática y gratuita a los boletines oficiales del Estado, la Junta o la Diputación. Y por supuesto buscar, localizar y descargar o pedir para tener al día siguiente, cualquier libro por Amazon.

Publicidad

Sin embargo, los archivos y las bibliotecas son cada vez más importantes. A medida que toda nuestra vida se va convirtiendo en digital, la necesidad de catalogar, organizar y archivar la cada vez mayor cantidad de documentos ya sean físicos o electrónicos que conforman nuestra identidad y nuestra memoria, se va haciendo más perentoria.

Seguro que casi todos hemos podido experimentar la frustración que conlleva intentar organizar, los miles de fotos y vídeos que en nuestra vida personal acumulamos de forma exponencial en nuestros ordenadores, tablets y móviles. Si además queremos añadir a nuestra colección fotos reveladas, negativos fotográficos o vídeos grabados en VHS, la tarea se puede volver titánica y estar al alcance de pocas personas.

Publicidad

Desde el punto de vista de las organizaciones, ya sean empresas, asociaciones o administraciones públicas, la digitalización está suponiendo un cambio de paradigma difícil de digerir. Mientras que hasta hace poco la organización de los archivos de una organización se limitaba a los documentos físicos, la necesidad ahora de incorporar e integrar documentos digitales de todo tipo se está convirtiendo en todo un reto.

Algunas instituciones, conscientes de la fragilidad de la información digital que existe en Internet y de la importancia de su preservación para que los historiadores del futuro puedan comprender los acontecimientos del siglo XXI, están tomando cartas en el asunto y poniendo en marcha ambiciosos proyectos de digitalización de contenidos de la web.

Así, los antiguos archiveros y bibliotecarios que custodiaban pilas de polvorientos legajos en oscuras y apartadas salas de archivo, no solo se están encargando de digitalizar y publicar toda la información analógica que manejamos, además, se están convirtiendo en los modernos custodios de toda la información digital que vamos desperdigando en páginas webs, redes sociales y comunicaciones virtuales.

Internet Archive (archive.org), es una ONG con sede en California fundada en 1996 que guarda más de 70 petabytes de datos (70.000.000 de gigabytes) y más de 65 millones de documentos digitales. Disponen de una herramienta denominada Wayback Machine que guarda un historial de los cambios que han sufrido millones de páginas web, a través de la cual, como si una máquina del tiempo se tratase, puedes ver la evolución de las webs de empresas o instituciones a lo largo de los últimos 25 años.

Publicidad

La Biblioteca Nacional de España puso en marcha en 2009 una iniciativa de archivado de páginas web para hacer copias periódicas de la casi totalidad de los más de 2 millones de dominios .es más otros 400.000 dominios .com de relevancia para nuestro país. Una copia de toda la web española tarda en hacerse 25 días y gracias a ella, toda esa información digital quedará preservada a salvo de borrados y modificaciones, disponible para futuras investigaciones.

Como hemos visto, las dictaduras de todo el mundo se han esforzado históricamente por controlar a la población mediante la apropiación de los documentos su destrucción, así es que a los gobiernos democráticos y progresistas no les queda otra opción que velar por incrementar la capacidad, seguridad, disponibilidad y transparencia de bibliotecas y archivos. Por otro lado, ni siquiera el imparable avance del mundo digital puede ensombrecer el papel de dichas instituciones, más bien al contrario, el progreso de sus técnicas y la evolución de sus profesionales está haciendo imprescindible su papel en el siglo XXI.

Pero las amenazas más peligrosas para los archivos y bibliotecas del siglo XXI no son los incendios, las invasiones o los bombardeos. Son la ignorancia y la complacencia. La falta de conocimientos para valorar la importancia de estas instituciones y la tolerancia excesiva relacionada con una escasa preocupación por la preservación y conservación de los documentos porque «todo está en internet», o porque «lo puedo consultar con mi móvil», son dos peligros reales y tangibles.

En nuestra localidad, la escasa preocupación de las autoridades municipales para que, tanto el Archivo Histórico como la Biblioteca Municipal sean instituciones adecuadamente financiadas y convenientemente dotadas de medios, ha sido una tónica trágicamente tradicional e independiente de las siglas políticas. La tendencia en los últimos años es una disminución constante en la dotación presupuestaria y en la asignación de personal.

Publicidad

Ahora, disponemos de una oportunidad de oro para concienciar a nuestros políticos de que los fondos europeos para la lucha contra las consecuencias económicas y sociales de la pandemia que aún estamos sufriendo, puedan ser utilizados para mejorar esas dos instituciones y con ello la vida de los ciudadanos de Trujillo y nuestra memoria colectiva.

Con los fondos necesarios y la voluntad política adecuada, es posible poner en marcha en Trujillo un proyecto que integre la difusión de la cultura, la protección del patrimonio y el fomento del turismo para salvaguardar nuestro Archivo Histórico y potenciar la importancia de nuestra Biblioteca Municipal, generando empleo, riqueza y oportunidades para nuestra localidad, reforzando las instituciones educativas locales y apoyando la difusión del conocimiento.

En una carta de 1813 Thomas Jefferson comparó la difusión del conocimiento con la forma en la que una vela enciende a otra: «Aquel que recibe de mi una idea, recibe instrucción sin disminuir la mía. Aquel que enciende su vela con la mía, recibe luz sin que yo quede a oscuras».

En nuestra mano está que la vela del conocimiento acumulado durante siglos en nuestras instituciones municipales, no se apague durante nuestra generación.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

PRIMER MES GRATIS. Accede a todo el contenido

Publicidad