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Inma Molina Jiménez
Y llegó el desamor
Reflexiones desde la ventana

Y llegó el desamor

«Nos ha salido en estos últimos meses nuestro lado menos 'zen' y hemos vuelto a practicar lo que más nos ha gustado siempre: el 'hijoputismo' (con perdón)»

Inmaculada Molina Jiménez

Sábado, 5 de diciembre 2020, 08:11

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Decía el gran Quino por boca de Mafalda: «No es que no haya bondad, lo que pasa es que está de incógnito». Eso se podría pensar estos días en los que parece que han pasado 20 o 30 años desde que comenzó la pandemia. Lejos quedaron aquellos actos de amor altruistas y solidarios que nos aliviaron durante el confinamiento, esos aplausos a los sanitarios a los que pronto algunos vecinos empezaron a dejar notas anónimas pidiéndoles marcharse del bloque por el bien de los vecinos. También pronto cayeron en desgracia los policías, héroes convertidos en villanos si nos ponían multas cuando no respetábamos el confinamiento o los profesores, cuya labor quedó minimizada en un público agradecimiento a los programas educativos emitidos por televisión y tantos otros profesionales ninguneados o que se han vuelto invisibles.

Todo aquello que iba a ser una especie de catarsis de la que íbamos a salir mejores y más reforzados en valores perdidos por las prisas de la vida actual, quedó en nada. Al final, nos cansamos de aplaudir, de las buenas intenciones y las pocas esperanzas que nos quedaban acerca del ser humano, se esfumaron. En un inusual momento de optimismo creímos que aprenderíamos algo…y llegó el desamor.

La nueva normalidad nos trajo nuevas y raras palabras, nuevos hábitos, nuevas formas de relacionarnos, las ya cotidianas mascarillas, los geles hidroalcohólicos y algunos, por alguna extraña razón, si es que lo habían tenido, perdieron el poco juicio que les quedaba. Empezamos a ver cómo a unos les gustaban las cacerolas, a otros las sartenes, el blanco o el negro y, del mismo modo que una mancha de aceite se extiende sin prisa, pero sin pausa, comenzamos a notar, de nuevo, cada vez más diferencias entre unos y otros, en todos los aspectos pensables y observamos cómo los de arriba nos enfrentaban y nos enfrentan, en vez de buscar puntos de unión para que juntos consigamos 'salir de esta'.

Nos ha salido en estos últimos meses nuestro lado menos 'zen' y hemos vuelto a practicar lo que más nos ha gustado siempre: el 'hijoputismo' (con perdón), término que quizá la RAE, en su actual buenismo, palabra ya aceptada, por cierto, termine por admitir, visto lo visto. Hemos perdido una gran oportunidad de cambiar, tal vez la última, por nosotros, por la generación que se nos está yendo o que se nos ha ido, por las generaciones venideras, por nuestros jóvenes, hasta por el planeta. Menos mal que todos los males los va a arreglar la famosa vacuna, a pesar de que el verdadero virus no tiene cura, ni la tendrá.

Emulando dos momentos famosos del cine, les diría a los que en este tiempo se han pasado al 'lado oscuro de la fuerza': 'Sayonara, baby'. A los demás, 'que la fuerza os acompañe', porque el 2021, no sabemos qué nos deparará, pero se augura la continuación de estos tiempos especialmente difíciles y esperemos que no se cumplan las Leyes de Murphy, pues ya hemos tenido bastante.

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