La hybris capitalista
Laura Casado Porras
Lunes, 19 de agosto 2024, 08:17
Laura Casado Porras
Lunes, 19 de agosto 2024, 08:17
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No será sencillo afrontar los descaminados arrullos del viento cuando proceda recoger la cosecha de la época. Puestos a dirigir la atención sobre el envite que destempla a la humanidad es necesario, para no perder la cordura, reubicar los gedeónicos hilos que mueven a los esbirros de las malas artes y de las malas lenguas. Es posible, no cabe la menor duda, afirmar que el espíritu de nuestro tiempo tiene ademanes patológicos e incuestionables reflejos estériles. De la desapacible insustancialidad solo es posible engendrar espectros anodinos que se regocijan de vivir dentro del tenebroso vacío existencial. Ocultar la vileza humana es un vicio, y que son estos sino la zona anímica donde resplandece con brío la mediocridad. Por suerte, a nosotros los que miramos de frente a los inquietos y maliciosos esperpentos del averno, nos queda la frondosa roca del escepticismo para hibernar sin otro interés que el de guarecernos de los hostiles inviernos que componen una vida.
A pesar de que el eterno retorno circunscribe una y otra vez la victoria, sigue asombrándome ver cómo la humanidad tiene esa capacidad baldía de navegar de forma orbicular sobre las sempiternas ruinas de sus ancestros creyendo poder eludir al flujo gravitacional. Las probabilidades atómicas viven en una contradicción metafísica desde que J. M. Keynes, el adalid del humanismo económico del siglo XX, tiene por adversarios a la pandilla esnob del nobel de economía M. Friedman (Solo con pronunciar su nombre me aflora un grotesco sarpullido en el humor). El hartazgo social que pesa sobre la clase política y sobre la manipuladora industria que mueve las perniciosas retóricas alrededor del planeta se debe a que esta misma oligarquía está obligada por convenio a extrapolar y enmascarar a sus quehaceres diarios la cruzada económica que mueve al mundo. Produce un intenso escozor la afrenta dialéctica, o la mala retórica como diría Juan de Mairena, el descarnado olvido de la historia y sus hijos y la extrema polarización de un mundo alienado que se alimenta de altas dosis de identidad capitalista. A los estoicos de corazón nos queda como último recurso tomar antihistamínicos o esbozar una esbelta sonrisa mientras absorbemos lentamente altas dosis de cicuta para que nos lleve directos hacia una vida previsiblemente más justa.
las congregaciones de comunicación elevan sin ningún tipo de pundonor las preces que alimentan las únicas posibilidades político-económicas del tablero. En realidad, no hay más de una vía, ya que la utopía filantrópica si consigue avanzar torpemente algún esqueje es más bien por la insurrección de la ciudadanía. De un lado, están las ideas económicas que preconizan la privatización de los bienes nacionales, la desregulación gubernamental y los recortes sociales. Este movimiento liberal, radical y corporativista es el que en la actualidad y con la ayuda incuestionable de la agudeza bursátil de los chicos de la Escuela de Chicago mueve la economía neoliberal de (¿todo?) el planeta a expensas de desfragmentar el alma del estado de bienestar. Estas ideas que llevan la impronta de la usura endémica han sido merecedoras de los más altos honores, como por ejemplo del premio Nobel de Economía (los premios y las balas deben ser competencia del mismo diablo). El puro beneficio de las posibilidades del libre mercado son ilimitadas como ilimitada es la estupidez humana. Esta visión aciaga de la realidad se ha transformado en una ley divina para las multinacionales, los inversores y el Fondo Monetario Internacional, todos ellos contertulios habituales del círculo de fundamentalistas liberales.
Del otro lado, y en el equipo minoritario del poder (que no de la población), se encuentran las ideas económicas que alientan la redistribución de la riqueza mundial, el desarrollo social y los derechos humanos. Estas ideas económicas ven la luz con el fin de alcanzar la democracia auténtica que aún hoy sigue siendo la suprema utopía en la mayoría de los países, y dejan las condiciones monetarias lejos de las privatizaciones, la estabilización y la liberación económica, en definitiva, lejos de las inversiones lucrativas que mueven a los mercados y al mundo. Estas solidarias ideas están catalogadas como 'sospechosas' por el uno por ciento de la población multimillonaria por estar, precisamente, en contra de la corrupción endémica hija primera del capitalismo neoliberal. No hay más bandos ni más posibilidades. Todo el circo mediático que nos bombardea por condena a través de las pantallas está diseñado para polarizar a través del lenguaje a una sociedad cada vez más ignorante que cree pertenecer a una condición superior a la del pueblo llano.
Los únicos equipos que están en la partida de ajedrez más larga de la historia son: los keynesianos que juegan con las blancas, y los friedmanistas que juegan con las negras. Desde las primeras colonizaciones patentadas, aquellas en las que españoles y portugueses migraban para poder sobrevivir, los hombres han optado por las acciones bélicas, y no por la solidaridad entre iguales para acumular poder, tierras y tesoros. La ambición no conoce límites. Como bien dijo el milagroso caballero de los leones: unos van por el ancho campo de la ambición soberbia (…).
Gracias a la memoria retrospectiva podemos extraer de las experiencias juicios. Al regresar al legado histórico podemos constatar cómo la identidad capitalista ha atentado contra la vida de los individuos siempre que ha encontrado en estos algún obstáculo para imponer su adoctrinamiento económico: desde acometer ilícitas terapias de sock para intentar revertir conductas contrarias a sus intereses, despreciar los derechos humanos (si ya en Occidente está cada vez más normalizado la pauperización de las condiciones laborales en Oriente es una constante que se alimenta de la excesiva e insostenible producción del sistema que alimentamos con nuestro estilo insustancial de vida) o vender a las multinacionales foráneas los recursos naturales de los países. Hay que recordar, para contextualizar de manera correcta, que la impunidad del poder es el privilegio del capitalismo puro.
La historia es el onus probandi de la cruzada corporativista. Algunas de sus pretéritas y presentes figuras que han jugado en el bando de Milton son: Pinochet, Margaret Thatcher, George Bush, Suharto, Donald Trump, Miley (de hecho el perro del dirigente argentino lleva por nombre Milton, la culpa no es del perro, sí del animal), y un extenuante y macabro etcétera que parece no tener fin. El número de víctimas es tan alargada como las sombras de aquellos hombres sin piedad que han utilizado la opresión para imponer sus reglas al pueblo utilizando herramientas coercitivas: las víctimas de la Plaza de Tiananmen, los hijos y las madres de la plaza de Mayo, las torturas descarnadas llevadas a cabo en China a través de la interferencia y violencia del estado, Salvador Allende, Samora Machel, Mercedes Sosa, Eduardo Galeano, Víctor Jara etc., en resumidas cuentas millones de personas alrededor del mundo son la prueba fehaciente de que cualquier fundamentalismo dogmático dirigido por los 'cerdos opresores' es creado para destruir a la condición humana y no para construir un mundo mejor para todos.
Lo que está sobre el tablero es la victoria de la tiranía económica o de la filantropía. Es curioso advertir que las corporaciones menos solidarias sean precisamente la facciones que aprovechan las cuestiones de fe para apoyar una creencia en la que en absoluto creen pero que les sirve para captar adeptos que se alienen con la ignorancia, con sus intereses y, sobre todo, con sus beneficios. También están aquellos círculos que exhiben con orgullo las banderas nacionales, pero, en cambio, solo pretenden hacer llegar la santísima privatización a las corporaciones extranjeras, incluso han habido reyes que se han transformado en Sociedades Anónimas para vender parte de su países a las inversiones árabes.
Ninguna teoría económica tiene las fórmulas mágicas para revertir los tsunamis económicos que producen los mercados liberales. Acabar con la inflación y con el desempleo es un proceso exclusivamente solidario que se encuentra en plena contradicción con los fines de aquellos que se sirven de medios económicos golpistas. Es un hecho la alta correlación de la estupidez de los relatos que absorben la paz de los pueblos con la cotidianidad agarbanzada y ortodoxa de las comunicaciones globales. Debiera ser un delito engendrar constelaciones de ignorantes acérrimas a las bajas pasiones de la condición humana. De momento, solo son delirios, delirios de grandeza. De nada han valido los siglos registrados de investigaciones, tesis y teorías porque como sociedad nos han convertido en seres toscamente pulidos y magistralmente manipulados.
Al ver en imágenes la caterva de sonámbulos tenebrosos crear nuevas conexiones por el bien de las finanzas mundiales (y detrás de ellos corren sin rumbo fijo las marionetas ciudadanas) tengo por seguro que el único motor que les preocupa es inflar las cuentas de sus paraísos fiscales. Poco o nada les importa atentar contra los derechos humanos y menoscabar la dignidad de las personas. Esta es, precisamente, la función del gran capital: crear megalómanos de la moneda que necesitan subastar sus países o arrasar a las otras naciones para conseguir inversiones que revitalicen los egos alienados con la punta del falo, porque es evidente que la realidad económica y política sigue siendo la gran paranoia opresora del patriarcado. La propulsión de los partidos extremistas son la prueba fehaciente de que el populismo insolidario aumenta con facilidad cuando desde los aparatos ideológicos se sesga la interpretación y se fomenta la ignorancia y el odio hacia lo diferente.
Hay que conocer los frutos para comprender dónde pacen los cuervos. Conociendo la arrogancia de la condición humana es sencillo descubrir dónde y por qué nace la hybris capitalista. Solo el conocimiento objetivo ayuda a dirimir los sesgos subjetivos que direccionan los vientos que venden, al mejor postor, la solidaridad entre semejantes por treinta monedas de plata. Nunca hubiera imaginado que el presente pudiera ser más apócrifo que el pasado. Mientras las aguas de los ríos fluyen hacia posibilidades redentoras, el siglo XXI se ha congelado en el mismo punto de activación visceral que el siglo anterior, pero esta vez las posibilidades son mucho más atractivas para los tipos recios de corbatas que han vendido su alma a un tipo de interés bajo, pero demasiado alto para los habitantes de este planeta tan necesitado de amor y protección llamado Tierra.
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