
Bella ciao
Laura Casado Porras
Jueves, 27 de marzo 2025, 09:45
Laura Casado Porras
Jueves, 27 de marzo 2025, 09:45
La inversión de valores es una realidad que paraliza la línea evolutiva de la especie. Las causalidades geopolíticas no caen del cielo; sus fines son ... puramente instrumentales. Divide et impera: dividir para vencer es el lema principal de los nuevos vientos que al soplar fuertemente robustecen las restricciones morales que están sembrando algunos líderes tecnócratas reconvertidos en líderes políticos solo para acrecentar su poder social y económico. La deshumanización es un hecho factible (y, de momento, no punible) que legitima todas las acciones autoritarias de los hombres sin escrúpulos. Ellos, los monstruos del odio, en el fondo, no saben hacer otra cosa; no tienen otras habilidades, ni otras sensibilidades: su fines han sido siempre el territorio y el capital, y sus medios, las personas.
Siempre se ha de volver a Kant para garantizar la dignidad de los seres humanos. La ética kantiana está regida por la buena voluntad individual, y por el compromiso a no utilizar instrumentalmente a ninguna persona para obtener intereses obscenos. Pero no son buenos tiempos para la ética, porque sí son buenos tiempos para la demagogia deshumanista, y lo que es peor, para su normalización sistemática.
La Teoría de la Dominación Social nos advierte sobre cómo son los procesos intergrupales que promueven la ideología que justifica la supremacía del grupo dominante, y cómo aquellos procesos consiguen que ésta sea aceptada por los grupos no dominantes.
No es entendible cómo el odio hacia lo diferente puede dar tanto réditos si al fin de cuentas todos lo somos. Nuestra idiosincrasia de seres humanos nos otorga la semejanza como especie, pero a su vez nos da la fuerza necesaria para poder diferenciarnos a través de las potencias individuales que son, no lo olvidemos, intransferibles. ¿Quién puede creer tener la potestad de decir a cualquier persona cómo debe sentir la realidad ilimitada?, o ¿cómo debe encajar en una constreñida perspectiva deshumanizada y vacía de transcendencia?
Cualquier persona nace con la libertad de sentir su vida según sean los sentimientos más íntimos que nacen en el corazón. Mala praxis para con uno mismo el no haberse parado nunca a saber dónde y cómo debe sentir su propia vida. Cada cual es libre de su destino y, precisamente, los sentimientos otorgan libertad a la vida, porque no mienten. Están anexionados a la pura verdad del órgano que más y mejor va a ayudarnos a desarrollar el decurso de nuestros frágiles pasos, porque el nacer es un andar constante entre la vulnerabilidad y la vacuidad. Pero, la influencia de los demás puede dar al traste con la unicidad de cada ser humano, simplemente por atrevernos a estereotipar y catalogar a la sociedad en grupos homogéneos. La homogeneidad de sentimiento y de pensamiento es la peor táctica para la libertad.
Nada escapa al azar. Tras siglos de evolución científica en diferentes disciplinas, el comportamiento social de los grupos se gestiona, como por ejemplo en la publicidad o la política, a través de tácticas sutiles de violencia, como la manipulación y la persuasión. El endogrupo está formado por aquellas personas que considero forman parte de mi grupo. Mientras que el concepto de exogrupo hace referencia a los otros, aquellas personas con las cuales no me identifico, y que pueden llegar a ser potencialmente dañinas para la supervivencia de mi grupo. Por otro lado, los grupos pueden ser según sus rasgos: prejuiciosos o igualitarios.
Aquellos lobos de negocios que acaparan la mayor atención de los medios, precisamente porque ostentan el poder económico, ven en usted, en ellos, y en mí (en nosotros) a un potencial seguidor de su endogrupo de interés. Ellos, y siempre gracias a mecanismos que operan en procesos autonómicos e inconscientes, manipulan nuestras creencias personales y los estereotipos culturales a través de los cuales se deslizan los comportamientos de la sociedad. Los de usted, los de ellos, y los míos.
Cuando vemos a un grupo de personas multimillonarias reunidas (políticos, influencers, deportistas, etc) esto es, formando un endogrupo, en torno a una serie de ideas y/o estilos de vidas, el efecto halo que irradian, nos hará querer parecernos a ellas, porque ellas tienen dinero, poder y éxito. Por ello, queremos anexionar esas características a nuestra personalidad y a nuestras vidas. En realidad, nunca llegaremos a ser como ellas, porque nunca estaremos en su lugar, ni en sus circunstancias, ni contaremos con las habilidades ni capacidades que ellos poseen (buenas o malas). Nosotros tenemos las nuestras propias. Ni mejores ni peores, simplemente diferentes.
Estos estratégicos lobos no nos consideran parte de su endogrupo, porque ellos son una élite clasista e inaccesible. Pero necesitan que usted, que ellos, y que yo, creamos que sí formamos parte de su grupo, que seamos sus leales seguidores para que sus ideas, disparatadas o no, fascistas o no, deshumanizadoras o no, corporativistas o no, fundamentalistas o no, calen en el sustrato neurológico de la población. Con esta jugada maestra obtendrán más poder, más éxito, más territorios, más dinero… Mucho más de todo lo que ya tienen. Sus ideas serán cada vez más fundamentalistas. Un lobo hambriento nunca se sacia. Una manada ambiciosa, todo lo ansía. Y todo lo acapara.
Cuando usted se considere que es uno de ellos su favoritismo endogrupal aniquilará la objetividad que su condición de ser humano le confiere por tener uso de la razón. Y aunque usted no sea más que perteneciente a un grupo desfavorecido, las preferencias interiorizadas lograrán que adquiera preferencia por todas las ideas o creencias que el grupo al que usted cree pertenecer procesa. Sean buenas o malas, sean acertadas o erradas, sean nefastas o dichosas. Usted (nosotros), casi por arte de magia (aunque en realidad ha sido por el aprendizaje observacional), se ha transformado en una persona empática para todas las ideas que su «propio grupo» procesa. A la vez, se ha deshumanizado así mismo, porque ya no piensa por usted, ya no siente por usted, ya no vive su vida. Ahora, piensa por ellos, por el bien de ellos, porque cree que es uno de ellos: porque quiere ser uno de ellos. Aunque nunca, nunca, llegará a ser parte de aquella élite. Para quienes nosotros solo somos peones instrumentales.
Entonces, cuando nos hallamos reconvertido imaginariamente en «uno de ellos», cuando bebamos de la misma sangre y comamos los mismos axiomas, empezaremos a creer que la culpa de que el mundo sea un lugar hostil va a ser siempre de los otros, del exogrupo, de aquellas personas que no rezan lo que nosotros rezamos, que no tienen las mismas ideas que tenemos nosotros, que no viven como nosotros, y que no sienten como sentimos nosotros. Llegado este momento, el odio hacia lo diferente, hacia lo que creemos que no nos representa, va a jerarquizar una estructura en donde nuestro grupo debe estar en la cúspide, y vamos a luchar con uñas y dientes por la supervivencia del más fuerte, que evidentemente sabemos que somos nosotros.
Los «otros», estigmatizados por los prejuicios incoherentes y subjetivos de «nuestro grupo» y de nuestra limitada realidad, adquirirán una identidad social negativa. Ellos, son culpables por no ser nosotros, y cargaremos contra estas personas todas las frustraciones reprimidas que nos han transformado en ciudadanos neuróticos por estar atrapados en una cultura fuertemente opresiva. Mi grupo instaurará las políticas o acciones necesarias y oportunas contra «el enemigo», porque ahora los «otros», no son personas, son los odiados antagonistas. Ellos, que son la obsesión de nuestros lideres porque forman una resistencia contra sus intereses personales, poco a poco empezarán a ser también la nuestra.
La influencia que ejercen sobre nosotros esta autocracia poderosa nos hará aceptar punto por punto cada uno de los estudiados argumentos que escriben un equipo de comunicación bien remunerado y contratado para defender sus intereses más personales. Este equipo nos influye con cada gesto, con cada palabra, y con cada acción que realizan los personajes principales de manera artificial; es su misión, y nosotros somos inocentes y altamente influenciables.
El colmo de la manipulación psicológica es la enajenación de la vida propia por defender intereses que nunca nos favorecerán. Intereses que nos distanciarán del resto de seres humanos. Y de la concordia universal. Cuando los argumentos de las personas a las que admiramos, sean infantiles, falsos o insostenibles o, peor aún, estén llenos de odio, no nos daremos cuenta, es más, los defenderemos a muerte y los utilizaremos para desprestigiar a los miembros «diferentes» de los otros exogrupos, aunque eso signifique perder nuestra autonomía e independencia, porque al fin y al cabo nuestro sentido de permanencia hacia unas personas que solo vemos en medios de masas, nos hace creer que nosotros somos de los suyos. Que ellos nos protegen; que el mundo gracias solo a ellos va a llegar a ser un lugar mejor, va a dejar de sernos hostil y que, llegado el caso, la violencia está justificada por y para obtener «nuestros intereses»; para permanecer en lo más alto de la pirámide.
La autoestima se refuerza porque nuestro endogrupo es fuerte y poderoso; somos uno de ellos. Somos personas poderosas y nuestras creencias o estilo de vida son inamovibles, y las únicas que pueden prevalecer. Nosotros no nos equivocamos nunca, y el Modelo de odio colectivo está justificado porque nos va a permitir conseguir nuestros alabados fines. Fines que ya no nos cuestionamos porque nuestra capacidad crítica ha sido manipulada por el bien instrumental del endogrupo.
Cuando un miembro de un grupo real o imaginado deja de pensar por sí mismo, pierde su humanidad y todo su potencial intrínseco. Extranha forma de vida aquella en la que las personas prefieren parecerse un poco más a aquellos que observa, y cada vez menos a lo que uno es en sí mismo: único y especial. Como cantaba la gran Amália Rodrigues: Si não sabes onde vais, para deixa de batter, Eu não te acompanho mais. Vivir de manera inauténtica no merece la propia vida.
La transición hacia el homo informaticus ha superado la era agrícola, y la era industrial. Estamos asistiendo en nuestra era a la mayor transformación tecnológica de la historia, ésta justifica la miopía cultural y el intercambio interesado de la comunicación. Sabemos a quiénes pertenecen la mayoría de los medios digitales, y qué tipo de información sesgada y no mundicéntrica está siendo proyectada a todo el planeta. La deshumanización ontológica es una realidad castrante y una pesadilla evolutiva. La conciencia de cooperación está siendo devaluada por una conciencia global de odio, de competición, de ignorancia, y reduccionista del ser humano que convierte en un reo mental a todas las personas que pierden su unicidad por querer encajar en un mundo hostil que levanta fronteras hasta que sea capaz de conseguir su último gran fin; una única frontera, un único destino, una única sensibilidad, un único sentimiento. En definitiva: «un único anillo para gobernarlos a todos…».
El día que esto suceda, y ya está sucediendo, el ser humano no tendrá ninguna razón de ser. Esta distopia orwelliana, está cerca, demasiado cerca, tan cerca que abrasa. Hoy es una mañana cualquiera de 1984. Miro a través del cristal translucido, las aves me entregan sus designios, y juntas emitimos una misma melodía ancetral. En mi cabeza resuena aquella vieja canción que es ya una leyenda de la libertad: Una mattina mi son svigliato, oh bella, ciao!… Miro a mi alrededor, y me pregunto ¿qué creen que han venido a hacer aquellas personas que nunca hacen nada, y que permiten a los demás hacerlo? Me aquieto. Necesito el descanso de un crespúsculo sin remordimientos.
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