No se habla de otra cosa en todo el pueblo. Los vecinos de aquí, los que viven el día a día en Trujillo, empiezan a ... tener claro que el declive es imposible de revertir. No hay otro tema de conversación, porque es evidente que a los trujillanos nos preocupa estos aires de decadencia que comienzan a hacer de este un lugar áspero.
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No se puede vivir de una leyenda señorial toda la vida. Menos aún, si no se cuidan los detalles esenciales para el buen funcionamiento de los servicios más necesarios. Estos días, entre los numerosos corrillos que se forman para comentar lo mucho que nos duele esta dejadez a los vecinos, esta falta de sensibilidad para con los detalles más pequeños pero más importantes, no cejo en mi empeño de decir que esto viene de atrás, que esta decadencia, agravada en los últimos meses, se inició hace varias décadas. Y me mantengo firme. Pero hoy, estamos asistiendo a la peor carta de presentación que Trujillo ha mostrado al mundo.
Las personas más responsables para con este Trujillo al que amamos tantos, me instan a que hagamos algo, a que nos movilicemos, que llamemos a los medios nacionales, y que hagamos de una vez por todas nuestra revolución. La que merecemos. No les falta razón, ni ganas, aún sabiendo que el precio puede ser alto. Pero ¿para quién? Solo para aquel sector que vive del turismo, ya que una mala publicidad podría dejar de dar tantos beneficios a los negocios privados. Pero ¿acaso se preocupan éstos de que el pueblo ofrezca su mejor versión no solo para la clase turista, sino también para los trujillanos?
Por ello, sé que es un tema peculiar, porque, otra cosa no, pero Trujillo tiene muy «buena prensa» entre los medios nacionales e internacionales; los artículos dedicados a promocionar a la «Muy Noble, Muy Leal, Insigne y Muy Heroica» ciudad de Trujillo, nada dicen de lo que pasa de la plaza hacia abajo. Y es justamente allí, donde se llega a conocer el verdadero rostro de aquella ciudad, primera capital del reino, que hace ya tiempo, creyó ser capaz de alcanzar el distinguido título de Patrimonio de la Humanidad. Estamos a años luz para eso. Bueno es no mentirse, y sernos francos.
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Nos estamos acostumbrando a vivir con las calles llenas de hierbajos que crecen de las aceras. Las calles más que calles son ya casi selvas. Inclusive, la parte antigua, está en un estado selvático; la muralla que recorre desde la puerta del Triunfo hasta la puerta de la Coria es una virgen selva, y es toda una odisea atravesar aquellos lugares llenos de arbustos, serpientes, e incertidumbres.
También, nos hemos acostumbrado a vivir con pocas papeleras, por eso está el suelo lleno de recipientes varios; con contenedores de basuras viejos; con muy pocas fuentes que nos provean de agua; sin árboles en la plaza, y con cada vez menos árboles en todo el pueblo. Trujillo es insensible, parece ser, al mundo natural. Y eso ya dice mucho de sí mismo. La escasas zonas verdes están completamente abandonadas, no reciben el cuidado que estas exigen, y que todos merecemos. El asfalto de las calles es la «gran chapuza» local: socavones profundos, injertos hechos con desganas, pasos de peatones sin señalizar, suelos de pizarras, sin pizarras. Los parques están abandonados. Las enormes fiestas acometidas en la plaza mayor dejan un rastro ennegrecido en el suelo. Y ahí seguimos nosotros, el «hombre masa» profanando, con ferias y eventos cada vez más multitudinarios, ruidosos e insustanciales, un patrimonio único.
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Y para colmo, por si el estado de decadencia no fuera ya poco, este verano, se le une el estado vergonzoso de la piscina municipal. No está mal recordar, por si la inteligencia de algunas personas es incapaz de llegar a estas claras y sencillas dilucidaciones, que es el único servicio disponible con el que cuentan los trujillanos para hacer los insoportables días de calor extremeño más llevaderos. Sin césped, sin duchas, sin mesas ni sillas para poder llevarnos la comida, como antiguamente (como en todas las piscinas de bien), sin un bar, sin nada de nada. Solo agua para bañarse, y pocas ganas de más. Eso sí, el abono tiene el mismo precio, y la temporada cada vez es más corta.
Falta sensibilidad, se lo digo a todas esas personas que se paran a comentarme el estado de este pueblo que me vio nacer. No es cuestión solo de dinero, a mi juicio es cuestión de amor y compromiso hacia un legado que ya solo es sombra por el mal hacer continuo de quienes llegaron a su mando por el afán de ambición y fama.
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Ya lo dije en prensa hace unos años, y lo reitero ahora, no estaría mal, creo, además, que ese es su deber, que los responsables de Trujillo, los de hoy y los de mañana, pasen más a menudo por sus calles para anotar una a una las carencias que se van amontonando año tras años a falta de cuidados. Los mandatarios oficiales tienen el deber de observar cuáles son las necesidades reales de los ciudadanos. Y los ciudadanos tienen la necesidad de que las piscinas ofrezcan un óptimo servicio; que la piscina climatizada sea algo más que un monumento dedicado al desastre ejecutivo de la ciudad. Que cada vez haya más zonas verdes, y bien cuidadas, que las papeleras estén bien distribuidas, y las fuentes sean cuantiosas. Que San lázaro pueda ser un espacio verde lleno de calma y belleza natural, no de malos olores y dejadez. En definitiva, Trujillo necesita parecerse a otras ciudades españolas o europeas con alta sensibilidad Eco.
No necesitamos atraer exclusivamente al turista de uno o dos días, no, si no también a esos trujillanos que obligados a vivir fuera por motivos laborales, no se animan a venir más a menudo porque nada ofrece su día a día salvo desgana. También necesita Trujillo atraer a los cacereños, o a los extremeños, nuestros hermanos, pero esto solo se conseguirá cuando proliferen los servicios, y la agenda cultural sea atractiva y continua.
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Creo que si nadie remedia nada, si todos los acontecimientos siguen la inercia de estos últimos tiempos, en diez años, Trujillo solo será un lugar de personas jubiladas, sin ofertas laborales atractivas (y dignas) para las personas jóvenes, sin posibilidad alguna para que éstos puedan seguir evolucionando y construir aquí sus nidos. Y es una pena, porque la potencialidad es infinita.
A veces viene el Rey, los ministros, los del cine, o los de la televisión. Y todos nos crecemos. Pero las apariencias, engañan. Y nos traicionan. Creemos tener un tesoro. Quizá lo tuvimos, pero lleva décadas apagándose. Porque en ese justo momento estamos; la «rosa pristina» que una vez tuvimos entre las manos, se está marchitando a falta de amor, a falta de cuidados, a falta de sensibilidad para con lo nuestro, a falta de buena voluntad: A falta de un compromiso firme. Si nosotros, el pueblo, dejamos que sigan sin hacer nada aquellos que prometieron un día hacer algo, estaremos contribuyendo a que la rosa termine de marchitarse para siempre: «Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus». Y entonces, Trujillo enterrará su historia para convertirse en una sombra decadente a la que le será imposible reconocer las que son sus propias raíces.
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Aún estamos a tiempo. Tengo fe en el cambio. Salvemos a Trujillo. Transformemos su destino: Construyamos su mejor versión entre todos.
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