Jaque mate a la vida
«¡Pongámonos las pilas de una vez! Que este tren sólo pasa una vez y no tenemos más vino que beber»
julio corrales
Jueves, 14 de mayo 2020, 07:44
Pandemias hubo muchas en la historia, comenzando por la peste negra en la Edad Media y pasando por las enfermedades que vinieron de Europa y arrasaron con la población autóctona en América en tiempos de la conquista. Se estima que entre la gripe, el sarampión y el tifus murieron entre 30 y 90 millones de personas.
Más recientemente, todos evocan la gripe española (1918-1919), la gripe asiática (1957), la gripe de Hong Kong (1968), el VIH/Sida (desde la década de 1980), la gripe porcina AH1N1 (2009), el SARS (2002), el Ébola (2014), el MERS (Coronavirus, 2015) y ahora el Covid-19.
Ante tanto azote viral, ¿por qué no se puede pensar que esto es un tiempo muerto que nos ha sido concedido? Pero la cuestión de quién nos ha concedido este tiempo muerto, es algo que tampoco sabemos. Sin embargo, el porqué de todo esto sí que lo puedo entender o, al menos, justificar.
En mi opinión, habíamos llegado a un punto en que no se podía vivir sin vivir, estar sin estar y amar sin amar, y así hasta conjugar todos los verbos que tienen que ver con la vida humana. No disfrutábamos de nada ni tampoco valorábamos los pequeños detalles que nos engrandecen como seres humanos. Sólo estábamos preocupados por poder pasar la tarjeta de crédito y que el cajero de la vida nos dijera que no tenemos saldo suficiente.
Y ahora, con este tiempo muerto que nos han concedido, nuestras vidas van a cambiar, vamos a ser más de lo que en su día dejamos de ser: unos infelices con saldo en la tarjeta de la vida.
En estos momentos, resulta difícil vislumbrar el día en que la pandemia del coronavirus sea un recuerdo del pasado. Un pasado que quedará marcado en nuestra historia como el tiempo en que dejamos de ser humanos.
Las consecuencias de esta crisis global que afecta a todos y no entiende de nacionalidades, etnias, convicciones o patrimonios, es la consecuencia de haber sembrado todo de intereses personales sin pensar en los demás; es un espejo donde podemos ver qué es lo que nosotros proyectamos y que, por supuesto, se ha vuelto contra de nosotros mismos.
Son momentos en los que resulta difícil imaginar cómo será nuestro futuro. Pero cuando llegue ese día, ¿habremos cambiado sustancialmente nuestra forma de ser? La lección ha sido contundente y todos deberíamos haberla aprendido. Hemos visto las orejas al lobo, a ese lobo que nosotros mismo hemos creado.
Tal vez, la sociedad vuelva a sus inercias anteriores, a las consecuencias de haber tropezado con la misma piedra y dejar así una herencia a nuestros predecesores que no merecen por nuestra incompetencia y por nuestra inhumana forma de ser, de comportarnos con el prójimo, con la naturaleza…
Lo que está claro es que, a día de hoy, esta circunstancia accidental nos ha sentado en una partida de ajedrez que no pensábamos nunca tener que jugar. Pero seamos optimistas y pensemos que esta partida la vamos a ganar, no lo dudéis, aunque tengamos que apechugar con las consecuencias. Pero a la siguiente, si es que hay otra, y no hemos aprendido la lección, la vida nos dará un merecido e irreversible 'jaque mate' en toda regla.
¡Pongámonos las pilas de una vez! Que este tren sólo pasa una vez y no tenemos más vino que beber.
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