Laura Casado Porras
Reflexiones desde la ventana

Infantilización

«Solo desde adentro, desde el silencio, desde la reflexión, surgirán las respuestas que resolverán los problemas»

laura casado porras

Martes, 26 de enero 2021, 02:15

Ningún fenómeno social surge de repente, de hecho es un proceso que va fraguándose con lentitud y que se encamina hacia una causa final. Si queremos buenos finales, tendremos que cuidar con diligencia los principios, y, no menos importante, no desatender los medios. Toda acción brota de la intencionalidad, y, según sea esta, tendremos un final u otro. El descuido u olvido de lo espontáneo y el apogeo del narcisismo o vulgaridad social lleva más de un siglo siendo la clave de bóveda de la psicopolítica. La sociedad que hemos construido se muestra vacía de profundidad y llena de superficialidad. Este uso establecido lo hemos mimetizado con demasiada rapidez sin pararnos a reflexionar, a meditar. El ruido y la reflexión son nociones antitéticas. A mi modo de ver en ellas estriba la fuente de la vida. A buen entendedor.

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Aquel tesoro que resultaba ser la soledad es hoy un bien preciado y ¡tan escaso!, que incluso en épocas de crisis, en donde el recogimiento en uno mismo es esencial para superar el estadio anterior y avanzar, ha quedado postergado en aras del bullicio social. Quiero explicarme, debo hacerlo más allá del sentido y la referencia de mis palabras.

La naturaleza técnica de las realidades virtuales y comunicativas ha extirpado nuestra parte más esencial, a su vez nos ha posibilitado construir un avatar, una máscara virtual para mostrar esa parte de nosotros que creemos ser, que creemos merecer ser o sencillamente que queremos «vender» a los demás, porque ¿acaso no hemos relegado de nuestra radical misión solo por vender más y mejor? Bien, debemos entender que perdemos en el camino parte de nuestra herencia ancestral, y que nada nos aleja más de nosotros mismos. La muchedumbre inerme se encuentra ciega ante cualquier problema que no resida en el culto a sí mismo, en mostrarlo y en creérselo. Centrándonos en la apariencia, hemos olvidado el contenido. La cultura de la satisfacción instantánea, del entretenimiento, de lo inmediato, la «cultura anémica» crea moldes de personas sin criterio. No denunciar un acto de injusticia nos convierte en cómplices, de esta premisa se siguen cada una de las palabras de este texto.

Si hemos educado a la masa, recuérdese que vivimos en la era de las masas, superficialmente (ya comenté en anteriores escritos cómo la masa destruye todo lo excelente y se contenta con vivir anclado en la infértil vulgaridad, lejos del esfuerzo intelectual y del compromiso social), a vivir sin obligaciones sociales, cuando llegan los problemas, y recuérdese también que la vida es eso justamente: problema, nos encontramos que la cultura del narcisismo no tiene las herramientas necesarias para afrontar cualquier tipo de crisis o fatalidad (y estas son frecuentes en la humanidad); no sabe tener responsabilidad. Nociones claves de esta batalla pandémica son: 'afrontar' y 'responsabilidad'. Si nuestra cultura mediterránea, presa de los escaparates y desprovista de luces, no comprende que en tiempos de pandemia no debe de haber margen para el error, ni para la elusión del deber es porque hemos permitido que se llegue a grados indignantes de infantilización de la sociedad.

Llevamos meses observando como la irresponsabilidad social ha alimentado cuantiosas fiestas, así como innumerables violaciones de las normas impuestas por los gobiernos. Estos hechos nos siguen demostrando que no se sabe proyectar una educación de calidad que cree ciudadanos adultos, responsables, que se guíen por el sentido común, y que tengan voluntad de cooperar por el bien de toda la sociedad. Tan solo se crean autómatas 'bien parecidos', eternamente jóvenes, que se deslizan embobados sin enterarse de que son marionetas diestramente orquestadas y, ni mucho menos, de que se avecina un cambio de era y de conciencia. Sujetos heterónomos y dependientes emocionalmente de insustancialidad, este es el producto de nuestro tiempo. Judith Butler, Byung-Chul Han, Celia Amorós, Martha Nussbaum, Zygmunt Bauman, o Noam Chomsky, entre otros; el pensamiento intelectual no se encuentra en los mass-media, ni en influencers, ni en la «cultura anémica» de nuestra época donde solo hay cabida para la infantilización ideológica y física. Usted es libre de caer en la ciega muchedumbre o de superarla. No culpe a nadie más. La excelencia o la vulgaridad de su persona dependen solo de usted mismo.

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Si nos centramos en la «cosmética» y desatendemos la« ética», por mucho que tengamos los mejores profesionales, que afortunadamente los tenemos, por más que se esfuercen más allá de sus humanas posibilidades, si el conjunto de la sociedad no sabe comportarse de forma responsable, seguiremos alargando esta pesadilla y cada vez lo tendremos más complicado para salir de ella. Pero no es tan sencillo como echar la culpa a los irresponsables, y lavarnos las manos. La cultura, ese lugar en donde los usos sociales se vuelven costumbres, debe orientar y no confundir, debe acercar al hombre a sus raíces y no desenraizar, eso es justamente lo que nuestra cultura infantil lleva desde el siglo XIX alimentando, desembocando en nuestro tiempo en selfies de gloria caduca, en el imperativo falaz de crear la necesidad de consumir cualquier tipo de producto sin cuestionarnos su lugar de procedencia, sostenibilidad o si las condiciones de los trabajadores son dignas, hemos fomentado al dios dinero en detrimento de los valores humanos. Venimos, pues, arrastrando un déficit humano que ha alejado de su lengua vernácula los términos de esfuerzo, responsabilidad, solidaridad y sinceridad. A cambio, hemos dejado entrar a la superficialidad psicológica, social y política. La población no es feliz, pero se esfuerza en aparentarlo, y no lo hace nada mal… a pesar de que solo encuentra ruinas en su derredor. Perdido nuestro rizoma no nos queda más que deambular entre máscaras errantes sin sentido ni norte.

Es en la soledad en donde la libertad reina, lugar en donde se forja el talento y la responsabilidad. Por ello animo a las personas coherentes, comprometidas, a que en estos tiempos de recogimiento interior, y domiciliario, hagan germinar hobbies nuevos o perfeccionen los que ya tienen. Que encuentren formas nuevas de expresión, que investiguen su poder creador y vías nuevas de cooperación con la sociedad. Que dediquen más tiempo a sí mismo, pero no hacia el ruido infructuoso, sino hacia adentro. Solo desde adentro, desde el silencio, desde la reflexión, surgirán las respuestas que resolverán los problemas. Siempre que existe un problema, existe también la solución. Solo hay que aprender a mirar en la dirección correcta, en la «perspectiva» adecuada. Y no dejar que nos lleve la corriente. ¡Que la fuerza os acompañe!

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