Hartazgo
«Salir de mi turno llorando no estaba en mis planes cuando hice la carrera pero lucharemos, saldremos adelante y lo conseguiremos»
Jesús bermejo bermejo
Jueves, 28 de mayo 2020, 08:06
Maite es de aquí pero vive allí. Las 6:30 horas han sonado los últimos dos años con un leve revoloteo de sábanas y la sonrisa de Hugo a pesar del madrugón. La guardería estaba al lado del hospital y, a su vez, la sala de endoscopía reconocía sus pasos y la fiel monotonía que se alinea con quien disfruta de su profesión.
Maite es supervisora y le encanta. Todas esas citas producen el vértigo del manoseo constante de revistas amontonadas en la mesa de la sala donde esperan los pacientes. Las consultas se estructuran, todos los días, con esos tubos que se deslizan como anguilas abisales en busca de vida; fórceps donde extraer muestras de tejido y cepillos citológicos para expresar el carácter de las células.
Ahora parece que han pasado años, cuando empezaron los primeros casos del virus en el hospital, parte de sus compañeros/as se desplazaron a la UCI y no se lo pensó dos veces, agarró a Hugo y se lo trajo aquí, a sus padres y con una maleta cargada de dudas. «No sé mamá, serán quince días, no lo sé». Pero esos días se difuminaron en la incertidumbre de un Estado de Alarma, los colegios cerraron y todo un país se metió en sus casas, sin saber siquiera si, en el refugio hogareño, estarían a salvo.
Todo el personal empezó a formar parte de la UCI por la avalancha de enfermos y la Sala de Endoscopia se quedó solo con ella, como capitana al frente de guardias, urgencias y trámites que no pueden demorarse. Lo urgente y lo preferente era la consigna y era necesario coordinarse con los servicios de urología, ginecología, neumología y digestivo.
Y, de repente, las broncoscopias del COVID-19 fueron las reinas del baile en su rutina, con pacientes que presentaban muchas secreciones y a los que había que aspirar los pulmones por dentro. La UCI médica pasó a ser la UCI de Covid positivo y, encima, había que sumar, para colmo, las bajas de las enfermeras que se estaban contagiando.
En las siguientes semanas, obreros de la construcción convirtieron un pasillo en almacén de la UCI y boxes para pacientes, todo en 24 horas. Y todo el material se acumuló en el almacén improvisado de otro pasillo.
Cuando vuelve a casa, el piso la recibe oscura y los aplausos se estrellan en los muros de los edificios. Ha escuchado infinidad de veces la canción de 'Resistiré' pero no dice que la odia por respeto, las buenas intenciones cuentan ahora más que nunca. Las videollamadas con sus padres y Hugo son un desastre, el niño corre por el patio huyendo del móvil como si fuera verdura para la cena. Por la noche, cae sobre el sofá y enchufa 'Las chicas del cable' en Neftlix, pasa de absorber nada que no sea una infusión para dormir.
Los meses pasan y sigue sola, la histeria y el miedo aparecen como espectros de pasillo, pero debe ser fuerte. No saben muy bien cómo va a ser la evolución de todo esto, ellos mismos son pacientes a merced de la profesionalidad de sus sanitarios, caminan por una perplejidad que se mece al compás de las ruedas de las camillas de los enfermos que van de urgencias a los boxes, de ahí a la UCI y, en la mayoría de los casos, a planta.
«Somos soldados» dice su compañero Simón; y los soldados deben estar entrenados y preparados. Solo aquellos que puedan superar las pruebas más difíciles estarán en el cuerpo de primera línea de fuego. Una diabetes, asma o cualquier patología puede ser fatal pero, en estos meses, se han ayudado los unos a los otros. Muchos se han ido a hoteles para no poner en riesgo a sus familias, se han quitado las reducciones de jornada innecesarias para dárselas a quienes tienen niños en casa que, a su vez, resisten y combaten en las experiencias de sus hogares. Han tenido suerte a pesar de todo, no ha faltado personal pero ha habido que reutilizarlo. Se están haciendo las pruebas, ¿positivos? Muy pocos. La protección ha sido clave en todas estas semanas en los que cada vez hay más contagios y todo te parece infectado; esa sensación del nudo en el estómago al coordinar monitores, respiradores, personal que dispones… reorganización total al grito de ¿Qué está pasando?
Ahora, la corriente del río ya no tiene tantos remolinos, baja más tranquila pero debes tener cuidado porque ignoras su profundidad y lo que esconde. Por eso Maite vuelve a estar acompañada de una enfermera y una auxiliar que viene de quirófano porque se han cerrado salas.
Y cuando por fin puede respirar viene el llanto, unas lágrimas que son aún más virulentas que el COVID-19, que van mojando de impotencia la mascarilla que la protege y que, sin embargo, son las que empujan los ánimos para seguir.
Había escuchado las noticias, visto los telediarios, escrutado los periódicos con el móvil: cientos y cientos de expertos 'hablar y no hablar'; miles y miles de políticos 'decir y no decir'; a sus amigas opinar 'lo veo o no lo veo' por videollamada; 'aplausos', 'canciones' y, ahora, 'cacerolas' y 'manifestaciones'. Ha vuelto a fumar después de cuatro años, por nerviosismo, por duda, por mirar el sol esconderse, cada vez más rojizo, desde el aparcamiento del hospital y recordar los atardeceres de aquí, en verano, ¿el verano? se oye a sí misma murmurar y, acto seguido, aplasta el cigarro con rabia en el cenicero.
-No te hagas caso de nada ni de nadie, aíslate Maite, sino el hartazgo 'te comerá'- le dice su compañera Katy.
- ¿Hartazgo, que hartazgo?- pregunta sin saber a qué se refiere.
- El hartazgo sí, todos, todas y absolutamente todo estamos hartos, hemos sobrepasado nuestros límites y volcaremos todo nuestro hartazgo sobre cualquier consecuencia, decisión y propuesta. Así que sigue hacia adelante guapa, trabaja, descansa, esfuérzate y no mires atrás. Siembra aunque no sepas si vas a recoger la cosecha pero siembra, te sentirás mucho mejor amiga, ya lo verás. Lo demás solo son voces en busca de tu 'hartazgo'.
«Te necesitan, el paciente te necesita, hay que sacar fuerzas para luchar… estaría bien que un equipo de psicólogos fuera a la UCI a ayudar a los sanitario…» piensa mientras sorbe pequeños tragos de café. Coge el móvil, abre el facebook y la primera palabra que ve es 'héroe'. Lo guarda rápidamente y le dice a su compañera:
-Salir de mi turno llorando no estaba en mis planes cuando hice la carrera pero lucharemos, saldremos adelante y lo conseguiremos.
En ese momento, se abrazó a ella, sintió el calor de su cuerpo y esa sensación que lleva ausente demasiado tiempo.
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