maría victoria pablos lamas
Miércoles, 5 de agosto 2020, 08:48
La vida es tan corta que si no te encargas de vivir cada momento, puedes estar arriesgando demasiado. Esto en tiempos de pandemia no es muy recomendable hacerlo evitando los consejos sanitarios: usar la mascarilla, poner distanciamiento, aplicarse hidrogel alcohólico cada dos por tres....
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Razón por la cual voy a retrotraerme a un tiempo anterior. Hago un paréntesis en esta 'fase marciana' que uno no sabe ya como tomar.
Muchos de los que aquí hemos crecido tuvimos que afrontar un día el reto de salir a estudiar fuera...
Así la vida se nos puso torera y nos toreó bien, bien. Me encantan las hazañas de estudiante. Por un lado, desmontan tus principios familiares: te das cuenta de que cada cual tiene los suyos. Y lo que es más importante: asumes lo que es convivir; empezando por respetar, siguiendo por organizar y acabando por participar democráticamente en todo... (Eso... o dejar que te gobiernen)
Ello seguro nos condujo a empezar a valorar muchas de las cosas que nos llovían del cielo en casa. Nuestra vida ya no volvió a ser la misma. Espabilamos a trompicones...
Conozco muchas hazañas compartidas muy divertidas al respecto, también las hay duras y también muy tristes...
Si usted está sonriendo puede que esté recordando alguna de las suyas... Es una riqueza tenerlas y poderlas rememorar. Muchas personas no pasaron por este capítulo en sus vidas y todo fue diferente para ellos. Aprendieron en otros saltos existenciales o, simplemente, aún continúan esperando su momento...
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En esta aventura de salir... puede que uno: aún no conozca el mundo, el amor, o ni tan siquiera a nuestros nuevos vecinos... Pues pasamos de vivir en el pueblo, donde los hechos puntuales importan menos que la constancia, a vivir en una ciudad... donde además de conocer a poca gente… Estamos, más o menos, solos ante el peligro.
¡Ay si esos pisos hablaran...!
Pero si se dan cuenta, hay una constante en el pueblo que lo va a organizar la vida en el futuro: el tiempo lo cura todo y además pone a todo el mundo en su lugar.
Es la razón por la que bastantes personas consiguen volver a vivir al pueblo o antes o bien después.
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Aquí la vida se mueve a otro paso, un poquito más lento.
Los olores están cargados de recuerdos...
Sé que cuando me fui, deseaba hacerlo con todas mis fuerzas y sé que mordí la manzana como si fuese a ser mía... Hasta que me di cuenta de que nada de lo que tenía era como había imaginado y que la felicidad estaba esperándome justo donde siempre había estado. Así que regresé esta vez ya para quedarme una larga temporada. Me siento afortunada por el hecho de haberlo logrado.
Dedicado a todos y cada uno de los que al leer sonríen, hasta si todavía no han conseguido regresar. Especialmente a mis compañeros de piso de Cáceres, de Sevilla y de Madrid. Y a tantos estudiantes o trabajadores obligados a residir fuera por necesidad.
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