Una vida entre olivos y el patrimonio nacional
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José María Cabrera, con más de 10.000 intervenciones en bienes culturales, ha sido galardonado con la distinción de honor en los Premios de Arquitectura Francisco BecerraReconocimiento ·
José María Cabrera, con más de 10.000 intervenciones en bienes culturales, ha sido galardonado con la distinción de honor en los Premios de Arquitectura Francisco BecerraNecesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Domingo, 21 de mayo 2023, 10:02
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Después de una vida dedicada a la restauración y a la rehabilitación de bienes culturales, ahora tiene su particular retiro en un lugar idílico. Es su trocito de Granada con sus olivos, comenta. José María Cabrera, con raíces granadinas, está afincado, en la actualidad, en el paraje de Pago de San Clemente, al que hay que llegar tras el sinuoso camino de Buenavista. En este lugar prima la tranquilidad, con el único sonido de la propia naturaleza.
Su hospitalidad y amabilidad reina casi en la misma medida que sus conocimientos, tras décadas de profesión y con una memoria que no falla. Atrás quedan ya más de 10.000 intervenciones en el patrimonio nacional, en lugares tan llamativos como Las Cuevas de Altamira, el Museo del Prado y catedrales como la de Santiago de Compostela, además de la de Coria o Plasencia. También fue uno de los responsables en 1981 del traslado del Guernica a España. «Me hice cargo de todo el proceso de desmontar el cuadro, de embalarlo, de subirlo al avión y de traerlo», especifica. Además, este experto trabajó para la Unesco haciendo misiones internacionales en muy diversos lugares.
Estos y otros muchos méritos, a sus 84 años, le han hecho merecedor de la distinción de honor de los I Premios de Arquitectura Francisco Becerra Ciudad de Trujillo, promovidos por la Asociación Empresarial de la localidad (Asemtru). Se entregaron en una gala celebrada este viernes.
Cabrera, con una conversación amena, ágil y reflexiva, reconoce que le ha pillado desprevenido este reconocimiento. Asegura que es algo más que le tiene que agradecer a Extremadura y, concretamente, a Trujillo. Además, «me siento muy cerca de los empresarios, porque creo que son los que verdaderamente hacen las cosas. Y el hacer tiene una importancia tremenda». Además, una parte de su vida profesional estuvo dedicada a la empresa.
Recuerda que su vinculación con Extremadura surgió en el primer congreso en Cáceres del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, más conocido como Icomos, y con la «magnífica recuperación» del casco histórico de la capital cacereña que se realizó hace ya varias décadas. Esa vinculación se cristalizó con la recuperación del casco histórico de Trujillo, «que estaba muy abandonado».
En ese papel, resalta las intervenciones que hizo en la ciudad el matrimonio Xavier de Salas y Carmen Ortueta. «Fueron actuaciones muy tempranas y muy importantes que marcaron un hito en el mundo entero», recalca.
Junto a esa vinculación profesional con el municipio trujillano, no falta su relación personal. Recuerda que se crió en el campo. Por tanto, «trasladé los olivos de Granada a los de Pago de San Clemente». Su actual residencia, que fue adquirida hace cerca de 60 años, también era su lugar de retiro cuando estaba en activo. De forma irónica apunta: «Quisiera ser campesino cuando sea mayor». A pesar de ello, sigue apegado a lo que siempre ha sido su trabajo, basado en el análisis.
Además de disfrutar del entorno, con llamativas puestas de sol, Cabrera pasa gran parte del tiempo en su biblioteca o estudio, revisando su importante y amplio archivo de sus numerosas intervenciones. Su objetivo ahora es analizar y hacerse preguntas. «¿Qué hemos hecho con el patrimonio artístico español durante los últimos 60 años?», se cuestiona. A partir de ahí, analiza los trabajos realizados y cómo ha evolucionado esa labor.
Este experto defiende una metodología que ya inició en los años 60, que fue la que está basada en la búsqueda y la revisión de la autenticidad de las cosas. «Y esa autenticidad radica en lo original. Por eso es sagrado conservar el original». Recuerda que, en esos años, había que revisar todo y ver lo que era original o las transformaciones que habían sufrido, desde monumentos hasta obras de arte, por diferentes circunstancias. Ejemplo de ello es el Acueducto de Segovia, «que el que tenemos lo hicieron los Reyes Católicos. Había que saber lo que quedaba de romano», remarca.
Sobre este aspecto, hace hincapié en las ciudades de Cáceres y Trujillo, porque «lo auténtico no se pierde». Defiende que se refuerce y se conserve esa autenticidad, que es lo que da valor a las cosas y no lo añadido. Apunta que esas raíces del patrimonio son las que están haciendo vivir a estos municipios del turismo y que lleguen tantos visitantes.
No obstante, considera que hay que tener cuidado, porque a veces el turista se siente más gratificado con una determinada historia, que no es del todo real. «Hay que ser muy respetuoso con la historia. Es nuestra memoria y tenemos que conservar su pureza». Este protagonista incide en la necesidad de conducir las cosas para que no se ponga en peligro la autenticidad.
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