«He llegado a este mundo para trabajar»
Carpintero, ebanista y tallista ·
A sus 75 años, el trujillano Tomás Terrones no falta ni un día su taller, situado en su casaCarpintero, ebanista y tallista ·
A sus 75 años, el trujillano Tomás Terrones no falta ni un día su taller, situado en su casaEs raro que Tomás Terrones falte un día a su taller, un espacio habilitado en su propia casa. No es solo su lugar de trabajo, sino también su válvula de escape. Durante el confinamiento, pasó horas y horas en este lugar, que está unido a un patio que dio desahogo a la familia en esos días de encierro. «Si no hubiese podido hacer nada, acostumbrado a no parar, me hubiese dado algo», explica.
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Terrones, en esta ocasión, ha tenido que hacer un pequeño parón para recibir a HOY. El lugar del encuentro es precisamente su casa, que a lo largo de los años se ha convertido en un verdadero museo de sus obras de arte. Su sello está impregnado en casi cualquier estancia. Antes de nada, se ha puesto la mascarilla, a pesar de que «es lo peor que llevo, me asfixia», señala.
Este carpintero, ebanista y tallista de Trujillo de 75 años no ha parado de trabajar. A pesar de estar jubilado, la madera sigue siendo su pasión y su mayor afición. De hecho, pasa cinco o seis horas diarias tallando, puliendo o dando formas a trozos de madera que se convierten en piezas únicas.
Además de distintas obras que tiene en su casa, su propio taller también acoge llamativas tallas, como la réplica de dos de sus nietos a tamaño real, así como una llamativa ave rapaz con mirada penetrante e intimidatoria, junto a la talla del Cristo del Perdón. No faltan algunos cuadros, los bustos de afamados toreros e, incluso, un recorte de prensa del diario HOY, en el que Terrones fue ya protagonista en 2010. Ante su gran producción, sostiene que las piezas ya casi no le caben en su casa y, a veces, las tiene que regalar.
No obstante, de las cientos de piezas que ha tallado, Tomás Terrones tiene tres obras preferidas. Una de ellas son las andas que realizó para la hermandad Cristo del Perdón, a la que pertenece. Otra es una réplica de un navío de guerra español de 74 cañones, que fue construido en 1765 por el francés Guatier. Empleó más de 3.700 horas repartidas en tres años. Ahora, esta joya está situada en el Centro de los Descubridores de Trujillo.
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Otra de las obras que guarda con gran recuerdo, no solo su autor, sino toda la familia, es un bargueño situado en el pasillo de su hogar, con diferentes cajones y compartimentos. En sus costados se encuentran tallados cuadros de Velázquez y de Goya. Tardó en realizarlo unos cuatro años. Tiene un valor incalculable. Aunque cuando habla de estas piezas le sale una sonrisa especial, muestra cada una que ha elaborado, grande o pequeña, con gran cariño.
A pesar de la belleza de sus obras, considera que la artesanía no está bien reconocida. Prueba de ello es que ha realizado algunas exposiciones y nunca ha vendido nada. Por ello, asegura que esta labor no lo hace por dinero. «Hay muy pocas personas que aprecien la artesanía». Tiene claro que si hubiese emigrado a Madrid, con su trabajo de carpintero y ebanista, hubiese ganado mucho más dinero. Sin embargo, «estaba muy enmadrado» y no lo hizo.
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Además de la madera, este carpintero y ebanista cuenta con otras aficiones. No suele faltar por la noche al bar La Encina a tomarse una copa y entretenerse viendo jugar a las cartas. Además, tiene la oportunidad de charlar con unos y con otros. Con el confinamiento, esa costumbre no la perdió, eso sí, dentro de su casa, pero reconoce que fue «mucho más aburrido».
También cuenta como aficiones la caza y la pesca. La primera la ha tenido que dejar porque le duelen las piernas. «he estado más de 50 años trabajando de pie». Por ello, el médico le ha mandado andar, «a mi vejez, cuando ya no se puede». señala sonriendo. No obstante, intenta dar su paseo diario. Matiza que le ha gustado ha sido la caza de perdices, conejos y liebres. La caza mayor considera que es demasiado peligrosa. Lo que no falta es la pesca, en la población vecina de La Cumbre.
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Cuando era 'algo' más joven, le gustaba el fútbol y el Barcelona, sobre todo, porque veía jugar a un portento, como fue Kubala. Después, fue perdiendo la afición, «porque no me dan nada».
Entre esas ganas por trabajar y seguir produciendo obras de arte y entre conversación y conversación, este trujillano no pierde de vista la crisis sanitaria y la evolución del coronavirus. Esas horas en el taller le facilitaron mejor los días de confinamiento. Ahora mira con respeto a la pandemia, pero sin miedo aparente. «Si lo tengo que coger, lo va a coger con mascarilla y sin mascarilla».
Tiene claro que él es un factor de riesgo, no solo por la edad, sino porque los pulmones los tiene dañados, debido a que, a lo largo de su vida, ha fumado mucho. «Si me entra, yo creo que no lo cuento», apunta este trujillano con cierta ironía. Por todo ello, considera que hay que cuidarse. También opina que el Gobierno debería ser más estricto y preocuparse más por los mayores.
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Mientras la pandemia sigue su evolución, Tomás Terrones continuará con sus obras de arte, no solo las que tiene entre manos ahora,sino otras que puede tener proyectadas. Entusiasmo no le falta.
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