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Lunes, 12 de febrero 2024, 09:50
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Su vida contemplativa, dedicada a la oración y al estudio, no está reñida con otras tareas. Prueba de ello es que ya han dado muestras, en diferentes ocasiones, de su de su capacidad de trabajo y de sus celebraciones. Así son las monjas dominicas del convento de clausura de San Miguel de Trujillo. Esta comunidad, en la actualidad, está formada por ocho religiosas españolas, siete keniatas y una peruana.
En el mes de septiembre, comenzaron a afrontar un nuevo reto que, por ahora, lo están superando con nota. Este hecho les está proporcionando cierto respiro económico. Y es que estas religiosas reconocen que, en los últimos años, lo han pasado mal, debido a que han tenido que vivir solo de las pensiones de las monjas más mayores. Ahora, se puede decir que han visto la luz, en forma de trabajo, gracias al sol, con la empresa Powen, dedicada a ofrecer soluciones de autoconsumo fotovoltaico.
No obstante, fuentes cercanas al monasterio recalcan que necesitan todavía más apoyo, que podría llegar de cualquier empresa. De hecho, la priora, Salomé Mbuli, apunta que estarían dispuestas absorber otro tipo de trabajos. Todo ello permitiría que las religiosas pudieran cotizar a la Seguridad Social, además de contribuir al mantenimiento del convento. «Siempre hay cosas que arreglar», detalla la superiora.
Esta comunidad religiosa ya abrió su camino laboral con el Banco Popular. Quien fuera también priora de este monasterio, la hermana inmaculada Redondo, recuerda que estuvieron durante 40 años trabajando para esta entidad bancaria. «En ese tiempo, hicimos diferentes trabajos», reconoce. En los últimos años, esas tareas se centraron con el ordenador. «Todo estaba digitalizado», detalla la actual superiora, que lleva ya en el cargo cuatro años. Con la absorción del Popular por el Santander, ese trabajo se acabó.
A partir de ahí, estas religiosas explican que han pasado unos años duros y difíciles, sin perder su alegría y entusiasmo. La solución, al menos parcial, llegó hace unos meses, gracias a la relación de uno de los responsables de Powen, Rafael Benjumea, con un sacerdote conocedor de la situación de estas monjas dominicas. En ese momento, surgió esa vinculación, que se ha transformado en relación laboral.
Su labor consiste en tareas administrativas. Sus herramientas son el ordenador e internet, no antes sin una preparación previa. Sor Salomé recuerda que esta labor se adapta perfectamente al objetivo de la congregación, como es la oración y al estudio. «Nosotras también intercedemos por el mundo, pidiendo a través de la oración. La gente tiene fe y cree en nuestra oración», añade.
A partir de ahí, sostiene que están encantadas con el nuevo trabajo. Tienen que llevar varios procesos. Uno de ellos está vinculado con las ofertas dirigidas a los clientes. También se hace una labor de orientación a la hora de la colocación de los paneles fotovoltaicos en los edificios, siguiendo unos criterios ya preestablecidos, entre otras labores. Insiste en que, para todo ello, se han tenido que formar. «Aún todavía tenemos que seguir preguntando», remarca Mbuli, quien destaca el trato del personal de Powen hacia ellas.
Por ahora, están cuatro religiosas dedicadas a este trabajo. Tienen establecidos unos horarios de mañana y tarde y se van turnando. De este modo, «no afecta a la vida diaria del convento», remarca la hermana Inmaculada.
Rafael Benjumea, de Powen, también destaca las ganas de trabajar que tienen estas religiosas. Reconoce que, tras la primera conversación mantenida con las responsables del convento, se dio cuenta de que podían realizar una serie de trabajos para la entidad. «Hacen menos de lo que nos gustaría, pero estas labores van despacio», destaca. No tiene dudas de que las religiosas más jóvenes, con conocimientos informáticos, pueden hacer trabajos administrativos «con una calidad espectacular». Benjumea matiza que no es una labor de caridad, sino que es totalmente rentable para la empresa. Además, «rezan por el negocio».
Este trabajo se une a las diferentes tareas que tienen estas religiosas. Y es que reconocen que tienen poco tiempo libre. Su jornada comienza las 06.30 horas con la oración, seguida de la misa. A las 9.30 horas, llega el desayuno para que, después, se continúe con esa tarea diaria de lunes a viernes. Mientras, otras religiosas se dedican a otros trabajos propios del convento. La mayoría de las tardes está centrada en la formación y el estudio que llega, en muchas ocasiones, a través de videoconferencias. Durante el día, también hay un tiempo de recreo para que puedan compartir impresiones. «Nos gusta estar en la realidad del mundo», añade la hermana Inmaculada.
En este convento, no falta la diversión. «Cuando no estamos de fiesta», remarcan de forma jocosa estas dos religiosas. Llegan, en ocasiones, través de diferentes celebraciones, sin perder las raíces y las tradiciones de las monjas foráneas.
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