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Lunes, 20 de noviembre 2023, 10:15
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No hace falta buscar mucho para encontrar parajes idílicos en la comarca trujillana. Uno de esos espacios de ensueño está a unos kilómetros de Herguijuela y a 20 minutos en coche de Trujillo. Así, al menos, lo pensó la belga Catherine Delmee, que nada más ver la finca donde vive, se enamoró de ella. Y es que solo entrar por el camino diseñado para la ocasión, uno siente paz y tranquilidad. No obstante, este terreno no está exento de trabajo. Catherine cambió hace unos años el uso animal de esta finca por una plantación de 2.000 almendros. Ahora, la explota, con el apoyo de su marido, Javier.
La relación de esta inquieta belga con Extremadura nace casi por casualidad. Explica, en un casi perfecto español, que decidió hacer un cambio en su vida. En ese momento, se quedó prendada de la región, al verla en televisión. Le gustó también ese Trujillo medieval. A partir de ahí, decidió viajar de su país natal a la comarca trujillana durante cinco días para ver la posibilidad de comprar alguna propiedad. Reconoce también que, en otros países, los precios eran prohibitivos.
Después de tres días, vio la finca donde vive ahora. Tuvo claro que ese era su lugar. No obstante, recuerda que estaba dedicada al ganado ovino. Además, su actual casa era un cobertizo de animales. «Me gustó que era un terreno grande y que podía tener libertad», señala. Además, por este lugar pasa un pequeño riachuelo. También resalta que le llamó la atención la pared de piedra que rodea el terreno. Todo ello se une a sus llamativas vistas.
Sin saber hablar español en ese momento, a finales de 2015, compró ese espacio. A partir de ahí, decidió dejar a un lado su vida belga, vendió su casa y se situó en este lugar. Antes de nada, tuvo que afrontar una profunda reforma para transformar ese lugar de animales en una casa acogedora. Pensó en todo, incluso, en la colocación de un depósito grande de agua y otro pequeño, en lugares estratégicos de la finca. También posee placas solares. Recuerda que, en algún momento, se juntaron doce albañiles en este proyecto.
Resalta que fue la primera vez en su vida que tomó una decisión pensando solo en ella. No obstante, reconoce que vio que la finca tuviese las condiciones idóneas para que estuvieran sus dos hijas. Ahora estudian en Madrid.
Con el terreno disponible, tenía claro que quería tener una plantación. Al final, se decidió por los almendros, con el fin de que sean ecológicos. Destaca que casi todo el trabajo inicial realizado en esta explotación lo hizo ella, con la ayuda de algún amigo y de vecinos. Una de esas tareas fue, por ejemplo, la colocación de diez kilómetros de tubo para el riego por goteo. Lo que si precisó de un especialista fue para la plantación de los 2.000 árboles. A su actual marido, Javier, técnico de Asaja, le conoció al informarse del cambio de terreno ganadero a una plantación con almendros. Detalla que la tierra estaba en perfectas condiciones para su nuevo uso.
Catherine apunta que este último año han producido las almendras suficientes para que no les haya costado dinero. El problema es que la mitad de la producción se perdió por las altas temperaturas del mes de mayo. Ahora, confían en que este próximo año vaya a más. En la actualidad esa producción se vende a Castuera.
Esta pareja insiste en que todo el trabajo lo hacen ellos solos, como por ejemplo, esa recogida del fruto, con el apoyo de una especie de paraguas. Para que esa labor sea más eficiente, han decidido contar con una persona especialista para que diseñe un plan de trabajo. También cuentan con un dron que les puede facilitar la labor diaria.
Recientemente, este cultivo se ha inscrito como ecológico y ahora está en fase de reconversión. La previsión es que en el año 2025, pueda conseguir ese certificado, lo que permitirá abrir nuevos mercados en el exterior. No tienen duda de que será un valor añadido a su producto.
Esta inquieta belga, convertida en agricultora, no ha perdido el tiempo. Su agilidad mental y su creatividad han hecho que haya convertido la repostería en puro arte. De este modo, ha elaborado tartas en forma idénticas de bolsos de marca o de cámaras de fotos, con el sabor especial que da el chocolate belga. Asegura que es una labor autodidacta, que también ha comenzado hacer en España. Antes, tan solo hacía las tradicionales tartas para la familia, pero sin darles ese toque de originalidad. Eso si, lleva un tiempo que tiene dejado este don.
Todo ello se une a la creación de algunos muebles de su hogar con material reciclado. Ahora, también su inspiración la vuelca en la pintura. Asimismo, ya está pensando en nuevos negocios para la ciudad trujillana.
No hay que olvidar que, cuando llegó a Trujillo, compró una vivienda en un lugar peculiar, como es la plaza de Guadalupe, para convertirla en alojamiento turístico. Desde los inicios ha seguido la corriente de 'pet-friendly', para dejar entrar a mascotas. Ahora, la tiene ocupada.
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