

maría victoria pablos lamas
Lunes, 10 de octubre 2022, 01:10
Fortuna. Sonrío. Respiro en profundidad, es una palabra curiosa. Existe la fortuna como sinónimo de buen augurio. Y también puede usarse como sinónimo de riqueza o volumen de posesión material. Sin embargo, si conocen la máxima 'no serás millonario hasta que no tengas algo que el dinero no pueda comprar', tal vez piensen como yo, que lo más importante de la vida no puede comprarse con dinero. Además, todos tenemos tesoros inmateriales que duran, y también, que no duran para siempre, aunque esto último casi nunca lo pensemos.
De ahí que exista la Fatalidad: como el arrebato irremediable de un tesoro inmaterial vital. Ya no sonrío, porque la última fatalidad cercana llegó hace unos días para recordarme muchas cosas importantes.
Todos hemos sido testigos de fatalidades. Cuando una fatalidad nos asalta desde un plano cercano, lo primero es no creer, y no entender... El aturdimiento, la tristeza y la negación son inseparables, pesan y comprimen hasta robarte el aire y hasta el reconocimiento del itinerario de la vida. …Sabes que están ahí, pero no puedes hablar de ello, intentas agarrarte al presente vacío y desnudo de sentimiento y algo te dice que no estás como ayer, que no te funciona lo de siempre, que algo se ha roto de manera irreversible.
¿Es posible aceptar la fatalidad como parte de la vida? Yo creo firmemente que no se puede sin sufrimiento.
Recuerdo la frase de 'Dios escribe, a veces, con renglones torcidos' y no puedo evitar recordar diferentes capítulos de fatalidades pasadas... Y creo que ustedes al leer quizás estén en sintonía con estas pinceladas.
Los psicólogos y las personas reflexivas siempre han pensado que con el tiempo ese dolor se hace más pequeño y desaparece. Pero el enfoque ha cambiado. El dolor se mantiene tal y como está y es nuestra vidala que crece alrededor de él. Sabemos que ese dolor no desaparece y sí cambia de intensidad además probablemente sea menos intenso con el paso de los años. Pero años... años en esta sociedad que vivimos sin vivir en el día a día con muchos problemas, viviendo desde el pasado o viviendo desde el futuro, con poca confianza en el presente.
Caminaremos esa pérdida siendo testigos de lo caprichosa que resulta la vida con la fortuna y con la fatalidad. Cuando la fatalidad desgarre personas y familias maravillosas se encenderá en nosotros el dolor, para hacernos pensar que nada en ellos era meritorio para lo sucedido.
Por eso, si la fatalidad a usted le toca de cerca, piense que sólo podemos acompañar a las personas, para que su vida se regenere alrededor del hecho sin engullirlas, sin cebarse. Nosotros solo podemos ser el reflejo de su «esplendor en obras» por el tiempo que sea necesario, con el propósito de arrebatarle a la fatalidad el poder destructivo con el que irrumpe, para dotar de compañía a nuestros seres cercanos en la reconquista de su belleza y de su brillo inmaterial. Superando, poco a poco, de alguna manera su compresión bajo los renglones torcidos.
De Rosa Montero es la frase: «La verdadera nobleza es caminar toda la vida con pasos que salen del corazón; que tus actos estén de acuerdo con tus ideas, aunque el precio sea alto».
Hoy no sonrío y sólo quisiera ser: testigo, anclaje y también un eco de esperanza; paso firme para esa recuperación que ha de llegar con el tiempo y que ahora es una herida que sangra a borbotones..
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