

josé cercas
Domingo, 31 de enero 2021, 10:03
El día de Santa Ana, en mi pueblo, empieza el año, allí las roscas de piñonate que sostiene. a duras penas, el tiempo, la alegría sometida a la voluntad alegre del día, el color mágico de la mañana, la puja de los brazos de la Santa y la natural fiesta de todos los años.
En la plazoleta, debajo de las campanas o en los soportales de la iglesia, las señoras de relicarios tristes contemplan, desde el imponderable concierto de abanicos y abalorios, a las doncellas con vestidos recién estrenados, a las madres que empiezan su camino vocacional y a las risas de los hombres que, en grupo, escudriñan su lugar en el traqueteo de la vida.
En Santa Ana, la semana empieza con el tañer de las campanas, aquellas que, en la vieja torre, amanecen dibujando el perfil del pueblo. Año tras año, cuando es domingo y verano, todos es igual, siempre ocurre lo mismo, las mujeres hacen el corro habitual, los hombres callan y buscan un lugar donde aplacar la sed de 'las once', donde recordar aquellos días que se fueron con la inevitable levedad del tiempo.
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