

Francisco Mateos
Viernes, 9 de junio 2023, 10:48
Todos sabemos que hoy en día los jóvenes no conciben su vida sin las redes sociales. Cada vez son más importantes para su ocio, sus estudios y su sociabilidad. Nadie duda de que los móviles, internet y las redes sociales pueden ser potentes herramientas para ayudarles en sus estudios, además de proporcionar acceso a la información, a la cultura y al ocio y facilitar el contacto con amigos y familiares.
Sin embargo, los padres no dejan de recibir todo tipo de noticias que alertan sobre los peligros de las redes sociales. Observan a sus hijos y no pueden evitar estar cada vez más preocupados por la dificultad en controlar el tiempo de uso y el tipo de contenidos que sus hijos manejan en internet.
Hasta hace pocos años el uso de internet se realizaba a través de un ordenador y era sencillo controlar el acceso por parte de los más pequeños de la casa. En muchos hogares se impuso el uso del ordenador en el salón por ese motivo. Con la llegada de los portátiles y las redes Wifi, eso se complicó, ya que era más sencillo irse a cualquier lugar de la casa y conectarse fácilmente a internet sin ningún cable.
Con la popularización de los teléfonos inteligentes (smartphones) y de las redes de datos móviles, el control parental es casi imposible. Hoy, a una determinada edad -cada vez más temprana- a la mayoría de los padres les resulta muy difícil evitar la adquisición de un móvil para sus hijos. Sobre todo, cuando son ellos los primeros interesados en que sus hijos tengan móvil para poder localizarlos cuando salen de casa.
En este contexto, la preocupación por el abuso de las redes sociales aumenta cada día. En los últimos años, varios prestigiosos autores han publicado obras en las que se alerta sobre ello, tanto en relación con los jóvenes, como para toda la sociedad.
Soshanna Zuboff, profesora de la escuela de negocios de Harvard, en 'La era del capitalismo de la vigilancia' habla sobre la acumulación de riqueza de las empresas de Silicon Valley, relacionada con dos factores: primero, por la acumulación de datos sobre nuestra conducta que tan generosamente les regalamos cuando usamos redes sociales o navegamos por internet. Segundo, por la posibilidad que el análisis y la explotación masiva de esos datos tiene para modificar nuestra conducta. Concluye que eso puede incrementar la desigualdad social y acabar deteriorando nuestros derechos democráticos.
Adam Adler, profesor de psicología y marketing de la Universidad de Nueva York, comienza su libro 'Irresistible' relatando que Steve Jobs, creador del iPad, el iPhone y el iPod, declaró en una entrevista en 2010 que sus hijos nunca habían usado un iPad. Una norma seguida por muchos millonarios de Silicon Valley, cuyas fortunas se han cimentado sobre el uso de dispositivos electrónicos y redes sociales, que limitan o prohíben el uso de esos dispositivos en sus hogares envían a sus hijos a colegios que no usan dispositivos electrónicos. Parece que siguen la regla de oro de los traficantes de droga: 'nunca te enganches a tu mercancía'.
Marta Peirano, una de las mejores periodistas españolas sobre la tecnología y sus implicaciones sociales, afirma que internet, la red que prometía ser libre, abierta y democrática, está en manos de un número cada vez menor de empresas en centros de datos cada vez más opacos y que está cada vez más cerca de convertirse en una eficaz herramienta de vigilancia y control de masas, al servicio de gobiernos autoritarios.
Cada vez hay más bibliografía sobre el tema. Pero en el caso específico de los jóvenes, faltan estudios científicos que demuestren la correlación entre los problemas que sufren los jóvenes y el uso excesivo de las redes sociales. Sin embargo, algunos trabajos recientemente publicados, avanzan algunas conclusiones y dan algunas recomendaciones:
1. Hay tres grandes problemas: el contenido dañino, la imagen corporal y los adultos acosadores: El contenido delicado está relacionado con mostrar imágenes suicidas o de riesgo a menores en peligro. Un gran número de jóvenes dice sentirse peor con su cuerpo por las redes. Y finalmente, en EE. UU., 6 de cada 10 chicas dicen haber sido contactadas por un extraño en plataformas de un modo que les hace sentir incómodas.
2. Sin embargo, no todo es malo. Hay grupos marginados que, gracias a las redes, encuentran en redes gente con intereses comunes, lo que mejora su sociabilidad y su adaptación. En las redes cualquiera puede encontrar de forma fácil y económica contenidos adecuados para mejorar su formación. Cuidado, por tanto, con las prohibiciones absolutas o masivas.
3.El problema no es solo lo que hacen en las redes, sino lo que dejan de hacer cuando están en ellas: duermen menos, estudian menos. Dedican menos a actividades físicas o creativas y más a ser simples espectadores. Mala noticia para personas en una edad en la que dormir, estudiar y hacer deporte son fundamentales para el desarrollo de su personalidad y para su estabilidad mental.
4. Las plataformas compiten por nuestra atención. Reed Hasting, el dueño de Netflix, declaró en una ocasión: «mis empleados piensan que nuestra competencia son HBO o Amazon, pero con quien realmente competimos es contra el sueño». Las redes están entrenadas para mantenernos conectados, mostrando una noticia tras otra, un video tras otro en un 'scroll' infinito del que es difícil salir. Sobre todo, los más jóvenes.
5. Falta regulación y autocontrol: Otros sectores disponen de regulaciones que evitan que los menores puedan usar juguetes peligrosos, conducir antes de una determinada edad, tomar medicinas no adecuadas o consumir alcohol y tabaco. No es el caso de las redes sociales. Ni ellas se autocontrolan de forma efectiva, ni las autoridades regulan de forma adecuada. Todo el problema es para los padres.
Aunque es difícil tomar medidas sencillas y rápidas para controlar el uso de dispositivos móviles y redes sociales por parte de los jóvenes, es posible hacer algunas recomendaciones.
1. Los padres deben dar ejemplo: Hablar más en casa, no estar todo tiempo pendientes del móvil, ver películas juntos, jugar o practicar algún deporte en familia. Que los chavales tengan libros en casa y vean a sus padres leerlos, puede ser importante. Y por supuesto, no subir fotos de nuestros hijos a las redes sociales de forma compulsiva.
2. Tener una planificación familiar de uso y tiempo para las redes, dejar zonas libres de tecnología: en la mesa a la hora de comer, en el dormitorio a partir de una hora determinada. Si lo hacemos por escrito, mejor.
3. Existen herramientas de control que los padres podemos instalar y configurar en los dispositivos de nuestros hijos para monitorizar el uso. No obstante, se requiere cierta destreza en el uso de herramientas tecnológicas y exige el acuerdo con nuestros hijos, que también necesitan un espacio de privacidad para desarrollarse como personas.
4. Las autoridades no regulan, pero al menos informan: Podemos conseguir información adicional sobre cómo proteger a nuestros hijos y detectar problemas en las webs de fuerzas y cuerpos de seguridad de Estado y en la web del INCIBE, entre otras. Hay cursos gratuitos online de formación y canales para asistencia y denuncia a las autoridades.
En fin, estamos en un momento difícil. Los padres no sabemos bien si dentro de 30 años nos llevaremos las manos a la cabeza por haber sido capaces de dar móviles a los jóvenes sin supervisión o si por el contrario todo esto será una moda pasajera que quedará sin fuelle en unos pocos años y por la que nos preocupamos excesivamente, como siempre hacemos los padres.
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