

Joana pablos solís
Martes, 26 de mayo 2020, 08:17
Que la risa es terapéutica no es nada nuevo. Como puede hacerlo la música, el humor ayuda en tiempos como los que corren y sí, reír también suma. Hace unas semanas, leía en un periódico de tirada nacional que el humor es una clave más para superar el estado anímico y psicológico que nos provocaba el confinamiento. El artículo ponía como ejemplo dos estudios que habían demostrado que, en situaciones extremas, el sentido del humor y el cinismo ayudaban a lidiar con situaciones dolorosas o de gran estrés.
Desde que todo esto empezó la risa nos ha aliviado a ratos de la carga que, individualmente y como sociedad, padecemos con esta crisis que nos ha puesto sin prepararnos en una situación excepcional y extrema no solo a nivel sanitario, sino geopolítico, económico y social. Según publica la organización Payasos sin Fronteras en su Web, en «la población afectada por conflictos o catástrofes, la acción humanitaria precisa siempre de un componente de apoyo psicológico y emocional, no solo individual sino colectivo. Para la población afectada es importante verse reír, verse unos a otros riendo, es una señal de permanencia y de resistencia ante la adversidad que fortalece los procesos de resiliencia». Utilizamos el humor para hacer soportable lo desagradable, como catarsis ante la tragedia.
Y hemos vivido (aún estamos viviendo) momentos muy trágicos. A todas y todos nos duelen las casi 30.000 personas que nos han dejado y lo dramático de no poder siquiera despedirlas, sobre todo a los que les toca más de cerca. No dejamos de pensar en los sanitarios y la pesadilla que seguirán viviendo y en todas y cada una de las personas que, por sus profesiones, cada día se exponen al riesgo de contraer la enfermedad y contagiarla a sus seres queridos, muchas veces vulnerables.
Seguimos con nuestra mente puesta en los escolares y estudiantes con menos recursos hijos de la brecha social, en las mujeres que han pasado el confinamiento con sus maltratadores, en los niños y niñas que han vivido todo esto en pequeños pisos sin patio ni balcones, en si nuestra clase política está a la altura de las circunstancias, en la necesidad de cuidar más que nunca la democracia.
Con semejante panorama, dejar espacio para el humor puede parecer frívolo e ignominioso, pero créanme, ya que no les queda otra que pasar por esto, quizás les ayude dejar un pequeño hueco para la risa. John Kennedy Toole, autor de la genial novela La Conjura de los necios dijo en una ocasión «la vida se puede recorrer por dos caminos: el bueno y el malo. Yo no creo eso. Yo más bien creo que son tres: el bueno, el malo y el que te dejan recorrer», así que ya que, en este momento, este es el camino que se nos presenta y, por si al final, cuando esto acabe no son mejores personas, no han aprendido tres idiomas o no han conseguido una estrella Michelín, por lo menos se hayan reído en el proceso. ¡Quién sabe! Tal vez reír les ayude a comer menos. Si no lo han hecho ya prueben, vean una comedia, lean un poco, dense una vuelta por las redes sociales, busquen ese «Always look on bright side of life (mira siempre el lado positivo de la vida)» que Eric Idle de los Monty Phyton cantaba en la imprescindible La vida de Brian (y que seguro que ahora mismo tararean en su cabeza).
Por favor, no se ofendan y ríanse, porque tal vez la risa es como le dijeron al personaje del alcalde en la maravillosa 'Amanece que no es poco' de José Luis Cuerda:
«Todos somos contingentes, pero tú (el humor) eres necesario»
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