El Chíviri inunda de colorido la ciudad trujillana

Con una cuenta atrás y con puntualidad británica, a las 12.30 horas comenzaron a sonar las canciones típicas de la jornada, que duraron en la plaza Mayor trujillana hasta las 17.30 horas, gracias a la orquesta Pizarro. Después, se pudieron escuchar en diferentes establecimientos. Se trató de la celebración este domingo de la fiesta del Chíviri, declarada de Interés Turístico Regional y que, un año más, congregó a miles de personas en el centro de la ciudad, bajo un sol radiante y una temperatura casi primaveral. De este modo, el municipio trujillano se inundó de colorido, alegría y júbilo.

Muchas vecinas y vecinos cumplieron con la tradición de ir ataviados con el traje tradicional de pastora o pastor. Ellas portaron refajo o pollera y, sobre todo, corpiños. En esta ocasión, hubo menos jubones. Ellos lucieron las chambras. Asimismo, se vieron numerosos pañuelos rojos al cuello, característico de este día.

Con los temas «¡Ay Chíviri, Chíviri, Chon!», «Rafael de mi vida» o «El aldeano tiró la piedra», entre otros, se formaron algunos corros para bailar. No faltó la comida y bebida, en bolsas y neveras, para poder recobrar fuerzas según iba avanzando el día. Algunos grupos incluso llevaron mesas y sillas. Los productos estrella fueron los derivados del cerdo, así como queso, junto con la bota de vino.

Esta edición faltó el tradicional jamón de un grupo de amigos que, desde hace décadas, acude cada edición del Chíviri con este manjar. «No ha podido venir Pepín, que es el encargado», se excusaba uno de los integrantes de esta formación.

La orquesta Pizarro se despidió con el tema «Trujillo de mis amores», mientras cientos de personas mantenían en lo alto sus pañuelos rojos.

Tras festejar el Chíviri en la plaza Mayor, los grupos se repartieron por diferentes zonas de la localidad. Muchas de ellas se concentraron en la zona de los bares de copas.

Ese lunes, fiesta local, muchos ciudadanos disfrutarán de una jornada de campo en el entorno de la ciudad trujillana.