

beatriz cabrera portillo
Domingo, 22 de noviembre 2020, 08:31
Primero fue el arca de Noé, después hubo quien se atrevió con una granja, y no precisamente la de Karen Blixen en África, sino una pequeña alquería en Inglaterra. A partir de ahí nace la leyenda y se crea uno de los discos conceptuales más apasionantes de la historia del rock: 'Animals', de Pink Floyd. Y, teniendo en cuenta la onomástica de hoy, el día de la patrona de la Música, no se me ocurre mejor homenaje a esta que a través de un LP artísticamente subestimado a pesar de su belleza estética, de construcción en anillo y con tan solo 5 temas que lo amparan. Además, puesto que nos encontramos inmersos en un verdadero 'black swan panorama', está más que justificada esta celebración, dado el parecido razonable entre las obras que aquí se exponen y la realidad imperante.
Aunque creados en décadas bien distintas, es curioso el carácter concomitante de este disco con la obra de Orwell, Animal Farm. A través de la fábula satírica, donde los oprimidos paradójicamente se convierten en opresores, Orwell pretende hacer una crítica al régimen estalinista en la URSS, idea que Roger Waters, integrante de Pink Floyd, toma como punto de partida para su vástago sonoro. En él recurre a tres animales clave: los cerdos, los perros y las ovejas. Y ojo avizor aquí, querido lector, que la analogía con la realidad actual es pasmosamente sorprendente.
El disco comienza con la clase dominante, esos de actitud cainita, los 'Pigs' (cerdos), que son un verdadero ejemplo de sepulcro blanqueado, pues como bien dicen sus letras: «Pez gordo, hombre cerdo, (ja, ja), eres una farsa». Los cerdos de Orwell son Napoleón y Copo de Nieve, un dúo un tanto singular dada su bizantina lucha a lo largo de la obra, recurriendo en ocasiones incluso a una constante trapisonda donde el objetivo último es quién ostenta el poder. Representan a los Picapiedra versión española 2.0. Esos mismos que se saltan los mandamientos que ellos mismos crean para hacer uso y disfrute de lo que es el «establishment», al que por cierto uno pronto se afilia sin titubeos. Son estos mismos quienes emplean la retórica bélica a través del vocativo «camaradas» o quienes, bajo la bandera de la democracia y la revolución, promueven el autoritarismo cuando deciden apropiarse de los medios que conceden la libertad de expresión a los ciudadanos y que ellos han decidido denominar, medios de «desinformación». Ya Huxley por el año 1932 nos hablaba de Un Mundo Feliz donde se trataba de tener entretenido al futuro votante (justo lo que sucede en la actualidad con el afloramiento de plataformas digitales) cuyo último fin es la hipervigilancia y tener narcotizado al ciudadano bajo una potente experiencia lisérgica. Eso sí, cualquier verso suelto está condenado a la autocensura por temor a una potencial represalia.
Continuando con la excepcional obra de los de Cambridge, esta avanza sobre el jukebox con los 'Dogs' (perros), quienes siguen en tropel a los cerdos y forman parte de las redes clientelares de los de gorda barbilla. Son la jauría del «business», relegados al rol de lacayos y entrenados por los cerdos para realizar el trabajo sucio que estos cómodamente desechan, como ímprobamente refleja Waters en su tema dedicado a los canes: «tienen que creerte aquellos a los que mientes, de tal forma que, en cuanto se den la vuelta, ya puedes darles la puñalada trapera». Son la yedra del sistema: trepan por los muros hasta alcanzar su objetivo y no les importa morir en el intento. Más que nunca, la locución latina 'homo homini lupus', acuñada por otro inglés (Hobbes), cobra especial sentido.
Finalmente, la banda británica opta por incluir a las 'Sheep' (ovejas). Estas representan al rebaño, a la sociedad apesebrada, al gregarismo más absoluto, a esa infantería de adalides que siguen ciegamente al líder, sin rechistar. En el texto de Orwell, es monótono su grito de guerra pues, a modo de mantra, reiteran hasta la saciedad uno de los mandamientos creados por los cerdos: «Dos patas, bueno; cuatro patas, malo». Irremediablemente, son los pusilánimes del sistema, en muchos casos por decisión propia cuando las aspiraciones a unas mejores condiciones de vida son nulas y el conformismo se convierte en su modus vivendi. Es por ello que, según Waters, para responder apropiadamente al perfil ovino, es necesario seguir dos premisas y, si puedes, repite en bucle: «manso y obediente sigues al líder/el señor es mi pastor».
Y, como toda fábula, he aquí su moraleja (en la de biblia de Orwell y en la mía propia): «Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros». Amén.
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