Calle de Santa Ana José Cercas
Reflexiones desde la ventana

Mi calle de Santa Ana

josé cercas

Miércoles, 1 de septiembre 2021, 08:26

Las calles nos hablan, sobre todo la mía, pequeña, polvorienta, distinta, de tiempos pretéritos, cubiertos de nostalgia y antepasados. En verano grita con la voz de los niños que corren de arriba abajo, alegres, sumidos en la dulce canción de la alegría. Según avanza el verano, la juventud llena de color y pasos el rudo y desgastado suelo de hormigón. Salgo de casa y a la derecha se ve la iglesia en una pequeña pero bonita plaza, que se abre a cuatro calles como arterias que convergen en el corazón sonoro de la torre. A la izquierda, al fondo, la piscina y el bullicio donde en otros tiempos jornaleros en la trilla apartaban la paja del trigo.

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El molino de Higinio casi en frente, algunas mañanas me despierta con su ronroneo oxidado, con ese ruido de motor ya tan familiar. Mi queridísima amiga Isabel me decía que no podía dormir con esa cantinela, yo casi ni la escucho. Mi madre me decía que a ella le gustaba su ruido porque le acompañaba en esos inviernos tan largos de silencio y soledad.

Al otro lado de la calle y haciendo esquina, mi vecina veraniega, alegre siempre, jovial casi siempre, temperamental y única, me anuncia la llegada del verano, abriendo las ventanas de su casa, de par en par. Ella ama este pueblo, no me cabe la menor duda. Cuando empieza sus vacaciones, se la escucha volar entre nubes, pero cuando se acaban, piensa en la cruel levedad del tiempo.

Así es mi calle, limpia, pura y afligida. Ella nos habla, cuando llega el invierno, de soledad, de melancolía, de frío, de lluvia, de viento. Ella espera, la aproximación de la primavera. Con ella, pacientes, todos esperamos la iracunda pasión de un nuevo verano.

MI CALLE

Mi calle tenía los ojos pintados

con mares, fuentes, nubes de neón

que se desplazaban por las azoteas,

gargantillas bailando en senos blancos

y guerreros de leche con bruñidas espadas al aire,

que bajaban por el cándido tobogán de la alegría.

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Mi calle es ya otra calle que inventa el tiempo,

con zapatos gastados sobre los tejados de nieve,

con ojos asombrados detrás de las pestañas.

Casas de piedra indolentes, asoladas por el hierro,

de tejas de arcilla que arañaban la tierra.

En mi calle habitaban jóvenes parejas

que se besaban en la sombra de las esquinas,

cubiertas de bocas que asomaban sus lenguas,

en días azules, al parto de otras bocas.

¡Ay!, ¿Qué quedará de mi calle?

si ya envejece sola, la casa donde la quise

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