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Reflexiones desde la ventana

El bicho no se ha ido, el bicho sigue aquí

«Disfrutemos del verano, disfrutémoslo, pero sin movernos ni un centímetro de las recomendaciones sanitarias si no queremos vernos como Boris Johnson y Bolsonaro»

paco giraldo

Viernes, 10 de julio 2020, 08:26

El despropósito empezó con Boris Johnson que despreció al bicho, al que no concedió importancia alguna, manifestando que sería cosa de poca monta y que se combatiría fácilmente, así que denegó tomar medidas drásticas y justificó que por el camino se fuera quedando algún cadáver que otro, que todo era asumible con tal de no hacerle daño a la economía: los dineros, lo primero, y lo de la salud, apenas efectos colaterales. Pero ni el bicho era de tan poca monta, ni lo de la salud, un efecto colateral. Y sí, el bicho le 'picó' y, de la noche a la mañana, su parecer dio un giro copernicano y, tomando de ejemplo a España, se replanteó toda la jugada. Ahora la salud, al menos la suya, sí era importante, y el bicho, el gran enemigo.

En eso del despropósito, le siguió Bolsonaro. En eso del despropósito, y en la infección vírica, porque también el mandamás brasileño dio positivo en los test. En cuestión de coherencia política, desde luego, encontrar algo positivo en él es baladí, pero, al fin, algo positivo se vislumbró, aunque no creo que le hiciera mucha gracia. Ojala y se cure, Dios me libre a mí de desearle nada malo en cuanto a su salud, pero no estaría de más que se cuidara y dejara para otros más sanos la cuestiones de mandar en el país, que seguro que cualquiera lo haría mejor. Porque peor, difícil. Está conduciendo a su pueblo hasta la cima del ranking más macabro, la del mayor número de muertes y contagios diarios por el dichoso coronavirus, de nombre COVID-19. Y eso que no cejó en su empeño de mostrarlo, tan alegremente, como una simple 'gripilla'. ¡Toma simplezas!

Bien es cierto que ni Boris Johnson, ni Bolsonaro son culpables de esta maldita pesadilla que está asolando el mundo entero, como por supuesto tampoco lo es Pedro Sánchez, ni tan siquiera el pelirrojo del flequillo y rostro pálido que recomendaba desayunar con FAIRY y una gotitas de legía en el café; no, ninguno de ellos es culpable. Este bicho con mala idea vino con intención de quedarse, aunque no lo haya llamado nadie. Vino para quedarse y aquí está, entre nosotros, esperando cualquier despiste, esperando que bajemos la guardia.

La cosa tiene más recorrido y, en el horizonte diario, por desgracia, están apareciendo, todos los días, muchos Boris Johnson, muchos Bolsonaros y muchos Donald Trump; pero no en la tele, en los noticieros e informativos, no; yo los estoy viendo sin escoltas ni corbatas, sin cartera ministerial ni coche oficial. Los estoy viendo en las calles de nuestra Extremadura. En los bares, en los comercios, por doquier, estos despreocupados e inconscientes Boris Johnsons, Bolsonaros o Trumps de a pie, mis propios vecinos extremeños y no extremeños, solo tenemos que ver los telediarios con playas llenas, terrazas, y no sé cuántas cosas más, muchos de ellos han bajado la guardia sin recato y campean a sus anchas obviando las mascarillas, sin respetar distanciamiento social alguno, formando corrillos de amiguetes, pegados sin que corra el aire entre ellos, entregándose a otros saludos distintos que el del codo, abrazándose mientras se echan unas risas y… bueno, no sé cuántas cosas más, que parecen poseídos por la euforia más irreflexiva y un gusto casi desenfrenado por el contacto.

Si yo entiendo que después de los tres meses duros que nos ha tocado vivir, necesitemos liberarnos de la angustia del confinamiento y deseemos ese contacto social tan grato, pero no hasta el punto de poner en peligro nuestras vidas y las de los demás, pues si duros fueron esos tres meses, mucho más duros y desalentadores podrían ser los próximos. O nos metemos en la cabeza que el bicho no se ha ido o pagaremos todos, más duramente aún, las consecuencias. Disfrutemos del verano, disfrutémoslo, pero sin movernos ni un centímetro de las recomendaciones sanitarias si no queremos vernos como Boris Johnson y Bolsonaro por culpa de unas euforias descontroladas que no llevan a ningún buen puerto. Prudencia, amigos, ahora, para no llorar luego.

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