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Balada a los poetas que miran luna
Reflexiones desde la ventana

Balada a los poetas que miran luna

josé cercas

Jueves, 2 de febrero 2023, 10:17

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Los poetas no saben del origen del fruto del paraíso, ni de la codicia del geranio que desea una pared azul que lo soporte, o un balcón de vetusto hierro que albergue la cándida desnudez de sus flores.

En las tardes grises, los bardos cantan a las orillas de los cenagales y, con sus katiuskas de greda, pisan los acantilados donde se precipitan, en las noches de luna llena, las cigüeñas que anidan en las torres del poniente.

Los poetas, con sus manos manchadas por la tinta, vuelan sobre la negra senectud de las olas.

Dicen ser paridos por el fuego que arde sin memoria, van y vienen entre los surcos y escriben canciones en las húmedas y ardientes paredes del universo.

Los poetas son amigos de quienes os hablan al oído, de quienes lamen sus entrañas y caminan como penitentes entre los cuerpos celestes de los astros.

Los poetas dicen poder iluminar las esquinas y las bibliotecas de mística literatura, besan los labios de quién declama vuestros nombres ocultos, encerrados en castillos donde habita la sabia de los esclavos.

Saben creer, más no profesan la magia. Saben iluminar y dar color a los tonos grises de los jardines, más no lo hacen.

Saben palmear con el mejor cante y saben besar el fondo de las cosas, más no lo conciben.

Los poetas son aquellos a los que eligió la luz de las constelaciones, a los que les quitaron las calles de la guerra, los que asumieron la voz del quejido, pero nadie osó tocar la memoria, ni la arquitectura del aire cuando pasan y besan las doce llaves de la verdadera palabra humanidad.

Los poetas dicen saber de nosotros y dicen que entienden de la fórmula exacta de cómo abrir las ventanas, de cómo ultrajar el grito terrible de la bestia.

Todo lo que saben, lo que permanece, lo que callas y ocultas, lo que brota, saben que procede de los hombros marinos de la lluvia,

saben que viene de la tierra, de la hembra nacida del barro,

saben que viene del acero que secciona la espiga, de los surcos que profanan raíces silentes, saben que viene del canto de la siembra,

de la piedra que quiebra el arado, de la boca cautiva en los natales pechos de la aurora.

Saben de las rosas que florecen sobre el granito, del fruto dorado que amamanta la primavera, de los manantiales, de todos los ríos que se despeñan tierra adentro, los que admiran los labios que fondean sus palabras en los vientres ocultos del agua.

Saben que nos abriga el tiempo y que nos cubrirá, para siempre, la ceniza.

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