

maría victoria pablos lamas
Jueves, 17 de diciembre 2020, 02:01
El ingenio de Quino a través de Mafalda con su lógica aplastante nos hubiera hecho desear bajar del mundo muchas veces este año inolvidable 2020. Ya no rotamos, nos agitan y voltean.
Antigua tranquilidad, no sabíamos lo importante que eras.
Daría lo que fuera por no tener clavado el mes de marzo; cuando todos estuvimos confinados. Nuestros hijos pequeños estuvieron tres meses sin poder pisar la acera de su casa. Podíamos abrir las ventanas porque era primavera, pero no podíamos coger el coche para ir al campo a pasear, a correr o simplemente a impregnarnos de naturaleza. En esta zona rural obedecimos sin revelarnos.
Antigua tranquilidad, justo después de esfumarte, los centros de salud pública se blindaron. Se antepuso un filtro telefónico. Las especialidades y sus procesos casi se congelaron. Los hospitales se vieron obligados a cambiar los protocolos a velocidades inasumibles. Casi todas las cirugías y tratamientos se vieron relegados a un modo de inacción. Todos prácticamente, salvo honorables, pero, escasas excepciones.
Antigua tranquilidad, nuestros mayores cercanos viven con mucha tristeza. Para protegerlos hemos limitado los encuentros. Intentamos que puedan ser al aire libre; no están permitidos besos y abrazos por el temor y por responsabilidad... Hoy se sienten sin aliento y la ansiedad y la soledad les asedian drásticamente todavía. Reconocemos consternados que los centros de mayores han sido devastados. Miles de ancianos han visto precipitado su final y ahora son nuestra herida más sangrante, imposible de curar.
En los entornos hospitalarios... Los sanitarios posiblemente lo darían todo porque tú regresaras. Han vivido tanto... sienten miedo, aunque hayan conseguido normalizar bastantes situaciones. Portan cicatrices emocionales que ni conocen. Y siguen ejerciendo su trabajo a pesar de la falta de adecuación de medios, de horarios y poniendo su vocación como contrapeso.
No puedo dejar de hablar de mi entorno laboral, la educación: Llegó septiembre y tras un trimestre telemático reiniciamos la presencia en los centros educativos. Todo lo prohibido tuvimos que hacerlo en nuestro espacio de trabajo a la vez, siendo conscientes de que éramos un experimento científico, sacando fuerzas de los titubeos, de la ansiedad y del ánimo flaco. Menos mal que aprendimos a vivir con ello y el resultado fue sorprendentemente alentador. Aunque estemos sumando desgaste al desgaste. Y los jóvenes... Muchos han cuidado su conducta, son responsables y han limitado sus movimientos; han intentado sobrevivir al desánimo, a la desconexión física. Se han enfrentado a muchas batallas. No han mirado para otro lado, no han pensado que eran invencibles...
A lo largo de estos meses me he atrevido a imaginar lo que pensarían nuestros seres queridos que faltan... si pudieran ver cómo has desaparecido y cómo daríamos casi lo que fuera por recuperarte... No podrían creerlo.
Este momento de la vida está siendo un golpe duro para todos. Hemos tenido que aprender a reprimir la espontaneidad, pero aún soñamos con ver rostros completos, retomar conversaciones improvisadas, abrazos espontáneos, encuentros casuales, vibrar con sonrisas resplandecientes... Se nos hace muy duro asomarnos sin ti a este cercano 2021.
Necesitamos esa sensación de tenerte que nos permitía soñar hasta despiertos, a cualquier edad, sin motivos.
La vida no espera, no perdona, tampoco vuelve atrás... Y sí, no te valorábamos lo suficiente. ¡Te esperamos con los brazos abiertos! Si consigues regresar ... Quédate todo el tiempo que puedas y haznos girar a un ritmo asumible.
Dedicado a los que al leer sonríen.
Especialmente para Joana Pablos y Miguel Pino Hoyas.
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